domingo, 11 de septiembre de 2011

... ERNESTO ARIAS (Febrero 2011)



La compañía Rakatá, ha presentado su último proyecto teatral, donde recupera al Lope de Vega más Shakesperiano. “El castigo sin venganza”. Ernesto Arias ha sido el encargado de dirigir una puesta en escena muy limpia, en la que el protagonismo reside, como debe ser, en el actor y la palabra:



Pregunta: ¿Quién es el vencedor y quién el vencido, cuando se enfrentan la razón y el corazón?


Ernesto Arias: Pues no sé qué decir. Creo que cuando uno vive una situación de conflicto entre la razón y el corazón puede sufrir mucho, sobre todo si es una situación extrema. Ese conflicto se da en lo más cotidiano… no sé… yo, por ejemplo cuando debo trabajar un texto y deseo más ver otro capítulo de Mad Men; o no sé… cuando te llaman por teléfono y es alguien con quien debes hablar pero no te apetece responder. Pero el verdadero problema es cuando es una situación extrema -como en los personajes del Castigo sin Venganza-, cuando hagas lo que hagas siempre fallas, porque si sigues a tu deseo, mal, porque puedes acabar muerto; pero si sigues a la razón, malo también porque el tormento interior es inaguantable. Supongo que no se puede hablar de vencedores y vencidos. Vencido es la propia persona que sufre esa situación y vencedor también puede ser esa misma persona si logra superarla y aprender de ella.

Pregunta: ¿Cuál es término medio entre el “deber” y el “querer”?

Ernesto Arias: Pues la verdad es que no lo sé. Supongo que estas son cuestiones que deben tratar los psicólogos o los filósofos. No sé dónde leí que lo que había que tratar de hacer es desear lo que se debe hacer; pero claro eso es muy fácil decirlo, y no hacerlo. El deseo es incontrolable, uno no puedo decidir desear o dejar de desear; es algo del ámbito instintivo, animal, que va más allá de la propia voluntad. Sin embargo yo creo que los seres humanos en primer lugar luchamos por sobrevivir, y por eso muchas veces, como mecanismo de supervivencia, lo que hacemos es amoldar la realidad a nuestra conveniencia para superar el conflicto; quiero decir que si se desea algo que va contra la norma, enseguida se dice y piensa uno que la norma es injusta; y de la misma manera si se observa un deseo que va contra la moral de uno, se critica y se dice que ese deseo es monstruoso y atenta contra la razón. Pero ya digo que yo no soy quien para dar respuestas, El Castigo sin venganza no pretender darlas; yo creo que ni siquiera Lope se lo propone. Lo que hace Lope es plantear esa situación extrema como lanzando la pregunta: “y cuándo ocurre esto ¿qué hay que hacer?”, y cada espectador que saque sus propias conclusiones. Hay, incluso, quien pudiera pensar que Lope hace una defensa de la hipocresía, porque en varios momentos algunos personajes aconsejan fingir. Yo simplemente creo que a veces es difícil tomar decisiones, y sobre todo que hay que tener mucho cuidado a la hora de criticar el comportamiento de los demás sin saber realmente cuales son las circunstancias en las que se produce.

Pregunta: Has comentado que dirigir esta obra, “El castigo sin venganza ha sido un regalo”. ¿Cómo apareció en tu vida esta oportunidad y cómo ha sido el proceso de creación hasta el estreno?

Ernesto Arias: La oportunidad me la dieron Rodrigo y Alejandra de Rakatá. Yo ya había trabajado con ellos como actor en Desde Toledo a Madrid, de Tirso, que dirigió Carlos Aladro, y en el Perro del Hortelano que dirigió Laurence Boswell; además había sido asesor de verso en Fuenteovejuna que también dirigió Boswell; y en varias ocasiones les había dejado caer que después del Perro y de Fuenteovejuna deberían atreverse con El Castigo –que es una obra que siempre me apasionó-, pero se lo decía pensando en la posibilidad de hacer alguno de los personajes; y la sorpresa vino cuando me dijeron que efectivamente su próximo proyecto sería El Castigo y que además querían que yo lo dirigiese. Al principio, pensando en la posibilidad de hacerlo me entró un miedo atroz; pero luego pensé que si la vida me había llevado a tener esa oportunidad pues debía cogerla. Por eso ha sido un regalo, porque fue inesperado y no fue algo por lo que yo haya luchado. Sé que es difícil dirigir, y que hay muchas personas peleando mucho por sacar adelante sus proyectos y en ese sentido a mí me vino sin buscarlo. Por eso digo que ha sido un enorme regalo. Bueno, por eso y también porque todo el proceso fue muy bueno. Todo el equipo me arropó mucho; desde los actores hasta los diseñadores, los técnicos.... Yo al principio iba tímido con mis propuestas, pero al ir notando que eran bien acogidas fui confiando. Estoy muy contento y satisfecho con todo el proceso. Creo que ha sido un viaje donde he aprendido mucho. Y el resultado está yendo muy bien. Antes del Canal, la función ha estado en Buenos Aires, en Sevilla y Córdoba y la acogida ha sido muy buena. Y ahora en el Canal lo mejor es ver que la gente llena el Teatro, y como además las críticas hasta ahora han sido buenas, pues mejor. Estamos muy contentos.

Pregunta: ¿Consideras que el verso, el teatro clásico sigue siendo una asignatura pendiente para el actor? ¿Y para el público en España?

Ernesto Arias: En cuanto al público, creo que ya no le tiene miedo a los clásicos, al contrario creo incluso que los demanda. Respecto al actor yo siempre he defendido que para su formación es bueno frecuentar los clásicos cuanto más mejor; creo que por sus características los textos del Siglo de Oro te obligan, de alguna manera, a tener que ampliar tu técnica. Pero, aparte del público y del actor, también me gustaría añadir que en lo que se refiere a la profesión en general, sí que es cierto que siento que hay un poco de desinterés general por los Clásicos; creo que habría que preguntarse por qué. Es curioso, por ejemplo, que en los premios Max nunca haya nominaciones hacia producciones de textos clásicos españoles. No sé… es como si el teatro se dividiese en sectores y el sector clásico tiene su parcela que no se mezcla con los demás, y en fin… ojalá no fuese así. Los textos clásicos no deberían ser exclusivamente hechos por la Compañía Nacional, y por las compañías que se arriesgan con esa apuesta; creo que deberían estar más presentes en la realidad teatral. Me gustaría ver las propuestas de puestas en escena de textos del Siglo de Oro de los directores a los que admiro tanto, como José Luis Gómez, Mario Gas, Carles Alfaro, Alex Rígola, Andrés Lima, Alfredo Sanzol, y un enorme etc. Y me gustaría ver títulos de textos clásicos más mezclados en la cartelera madrileña. Seguro que podrá llegar el día que en la Gran Vía al lado de un musical esté un Fuenteovejuna o un Caballero de Olmedo, y que en el Español -o el Valle-Inclán, o en La Abadía, o en el Alcázar, etc- se programen uno o dos textos del Siglo de Oro por temporada. En definitiva, soy de los que pienso que la realidad del Teatro Clásico es un buen termómetro para medir la realidad teatral; cuanto más presente esté, mejor, eso será indicativo de que el teatro va bien. Eso también lo creo de los textos contemporáneos de autores vivos; cuanto más presentes estén en el panorama teatral, mejor, indicará que el teatro está en un buen momento. Pero, volviendo a los Clásicos, yo no creo que la cosa vaya mal, al contario soy muy optimista y pienso que se está produciendo una expansión al respecto en la que seguro que tiene que ver todo lo realizado por la Compañía Nacional de Teatro Clásico en los últimos años. Creo que se han hecho cosas muy buenas. El que, por ejemplo, haya una Compañía Joven es algo muy bueno, que va más allá del simplemente de formar a jóvenes en los clásicos. Es importante, como sé que está pasando, que personas que han estado vinculadas a la Compañía Nacional, a la hora de elaborar sus propios proyectos elijan textos clásicos. Y hay iniciativas muy, pero que muy interesantes, Nao D´amores, por ejemplo, que su labor es ya de premio nacional; y otras que se están fraguando, por ejemplo el proyecto de Grumelot. Y Rakatá, por supuesto, que ha conseguido cosas increíbles, por ejemplo, para el proyecto de El Castigo han conseguido implicar a instituciones de todos los ámbitos; del ámbito público con el apoyo de la Comunidad de Madrid, del financiero por parte de Unicaja, del social con Cruz Roja, del Universitario con la Fundación Prolope de la Universidad Autónoma de Barcelona, e incluso también del ámbito privado con la participación de Mercedes Benz. Que todas estas instituciones, de tan distinta naturaleza, estén unidas en un proyecto que su finalidad es hacer un Lope de Vega, es algo que me hace ver que la cosa va bien. Sin embargo esto no es lo habitual, y Rakatá que ha sido la pieza clave para conciliar e imbricar a todos en el proyecto creo merece todo el reconocimiento.

Pregunta: Has comentado que el verso no se puede decir como se decía antiguamente, porque hoy en día no sería creíble. ¿En tu opinión cuáles son los límites a la hora de “modernizar” “actualizar” “adaptar” una obra de teatro clásico. Hay también en este caso una delicada línea que no se debe traspasar, cuál es esa línea, en tal caso?

Ernesto Arias: Bueno, eso lo he dicho citando a Cicely Berry, que ha sido directora del departamento de voz en la Royal Shakespeare durante muchísimos años. Gracias a Javier Ortiz –una persona muy emprendedora que merece toda mi admiración- hemos tenido la suerte de tenerla por primera y única vez en España hace un par de años, y varios actores y actrices tuvimos la oportunidad de trabajar unos días con ella. Pues recuerdo que en una ocasión comentó que ahora los actores lo tenemos más difícil para abordar los textos clásicos, porque antes simplemente había que declamarlos correctamente, con el sentido apropiado y toda la emoción posible, pero que ahora -sobre todo desde la aparición del cine y televisión- además de eso había que hacerlos creíbles, naturales. A mí esa paradoja me apasiona. Cómo hacer natural, sencillo, creíble, un texto que es tan distinto al habla cotidiana, tan estructurado, tan cargado de imágenes y tan lleno de poesía me parece una búsqueda maravillosa. Eso por supuesto no significa saltarse a la torera la estructura versal, al contrario, cada vez estoy más convencido de que la búsqueda de esa naturalidad pasa por entender y respetar absolutamente la estructura. Y luego para adaptar, actualizar o modernizar a los clásicos desde el punto de vista de la puesta en escena no creo que deba haber límites. En teatro todo es posible. Me gusta cuando alguien se arriesga a buscar nuevas maneras de abordar las puestas en escena de los Clásicos. Con Shakespeare se ha hecho muchísimo ¿Por qué no va a poder hacerse con Calderón? Esto tiene que ver con lo que te decía que los directores sientan la necesidad de llevar a escena de vez en cuando este tipo de textos, y que sorprendan con sus propuestas.

Pregunta:¿Sigue siendo el teatro, el último refugio de la palabra?

Ernesto Arias: Esa es una expresión que le he oído decir mucho a José Luis Gómez. Quizá tenga razón. Quizá sí que sea el último refugio de la palabra “en directo”. Pero… no sé… “refugio” tiene algo de guarida, de mantener protegido, de encubrir… y no sé… quizá me gusta pensar más en que el teatro ayuda a la palabra a proyectarse, algo así como “espacio divulgador”; el teatro protege y refugia la palabra, pero también la propala y proyecta.


Pregunta: Siempre has comentado que tu maestro ha sido José Luis Gómez, ¿Qué aprendiste de él y durante tu formación en el Teatro de la Abadía?


Ernesto Arias: Bueno, espero que a José Luis no le parezca mal que yo le considere mi maestro. Yo tuve la suerte de entrar en esa primera promoción que inauguro La Abadía allá en el año 95, y creo que fue donde realmente me hice actor. Al lado de José Luis, aprendí mucho, desde el convencimiento en la necesidad de la formación continua, pasando por lo necesario de la técnica, hasta el cuidado por la palabra y el habla escénica, y muchas más cosas. Siempre me he sentido muy arropado por José Luis y me ha ayudado mucho, incluso en cuestiones que van más allá del Teatro, por lo tanto siempre le estaré muy agradecido. Y muy mal tendría que estar la cosa, y muy raras serían las circunstancias para que si él me reclamase para algo, yo no estuviera a su lado inmediatamente. Luego La Abadía me dio la oportunidad de conocer y trabajar con muchos otros maestros, y sobre todo los buenos compañeros que he tenido.

Pregunta: ¿Qué debe tener un proyecto o de qué debe carecer un proyecto para que tu respuesta sea “no”?


Ernesto Arias: La verdad es que cuando me proponen algún proyecto me cuesta mucho decir que no. Es como si el hecho de que pensaran en mí ya merece ser correspondido con un sí. Pero lamentablemente la disponibilidad es lo que lo va marcando. La mayoría de las veces cuando digo que no es simplemente por falta de tiempo.

Pregunta: Actualmente te encuentras embarcado en un proyecto muy atractivo, “Veraneantes”. Háblanos de él.


Ernesto Arias: Pues estoy encantado con “Veraneantes”. Lo dirige Miguel del Arco y después de ver varios de sus trabajos me encantó que me llamara, porque me parece un director buenísimo del que puedo aprender mucho. Luego el equipo actoral con los seis actores que estaban en “La Función por hacer” –Barbara Lennie, Miriam Montilla, Manuela Paso, Israel Elejalde, Cristobal Suárez y Raúl Prieto- y aparte de mí otras cuatro incorporaciones más –Lidia Otón, Elisabet Gelabert, Chema Muñoz, Miquel Fernández-; cualquiera que los conozca estará de acuerdo conmigo que es un equipo impresionante. También está la adaptación que ha hecho Miguel que creo que es muy, pero que muy buena. Y por último como es una coproducción de La Abadía con Kamikaze pues de alguna manera es un volver a lugar que considero mi casa. Como dices es un proyecto muy atractivo. Y ahí estamos, en los primeros días con mucha ilusión.

Pregunta: Tienes un blog, que dedicas al teatro y a “las cuestiones de la formación del actor/actriz”. ¿No tienes la impresión de que esto último, en según qué títulos, propuestas, no es lo importante. No crees que en cierto modo, priman otras cosas?

Ernesto Arias: Bueno, el blog lo empecé con mucho ímpetu, siguiendo una iniciativa de un momento que perseguía el crear un espacio donde poner ciertas ideas, sensaciones, dudas, que tengo al respecto de la formación y de la actuación con el único afán de compartirlas. Pero lo cierto es que después de un tiempo, y tras bastantes entradas en el blog, me di cuenta de la responsabilidad que conlleva en cuanto al tiempo y dedicación; y debido a que, afortunadamente, este año he estado muy ocupado, pues no he podido escribir con la regularidad que me hubiera gustado, y ya llevo un año sin hacer una entrada nueva. Pero seguro que lo retomaré y continuaré en algún momento. Respecto a lo que preguntas, ya he dicho antes que yo creo que la formación continua, pero también creo que cuando uno está en proceso de creación de una función hay que dejar aparcado lo formativo. Por supuesto que se aprende, es el aprendizaje de la experiencia, que es seguramente el más importante. A mí no me gusta dejar toda mi evolución como actor a ese tipo de aprendizaje, me gusta replantearme las cosas, darles vueltas una y otra vez, inventarme algún ejercicio o algo que me ayude a superar alguna mala tendencia o tensión que me he descubierto, ponerme continuamente en tela de juicio, hacer talleres y cursos tratado de explorar nuevos caminos para abordar el trabajo. En definitiva creo que el actor/actriz debe ocuparse de su formación continuamente y no confiar simplemente en la experiencia resultante de los trabajos que se vayan haciendo.

Pregunta: ¿Dónde está la verdad en el teatro?

Ernesto Arias: Quizá se debería desterrar el término “verdad” del teatro. Está el tópico que dice que el teatro es una mentira que desvela las verdades, yo no lo sé… yo creo que ofrece perspectivas, opiniones, posibilidades, puntos de vista, pero podría ocurrir que esos puntos de vista puedan no ser verdad, porque también dependen del punto de vista, de la perspectiva de quien lo recibe. Esa confrontación es lo interesante. Luego en cuanto a la manera de ser presentado, es obvio que el teatro es una enorme mentira, y si hablamos de mentiras las realmente buenas son las que pasan por verdad. Pues en el teatro lo mismo. Lo que hay que conseguir es que el espectador esté totalmente inmerso con lo que ocurre en el escenario y en cómo se produce. Evidentemente hay convenciones, trucos, recursos, pero creo que no se deben notar. Cuando estoy de espectador en alguna función lo que menos me gusta es sentir la manipulación a la que quieren someter mis reacciones y mis percepciones; si noto la intención de que, por ejemplo, aquí quieren que me ría, aquí que me emocione, aquí asustarme… pues no me gusta. Lo que me gusta es sorprenderme; pero sorprenderme a mí mismo con la reacción que estoy teniendo por lo que estoy viendo y escuchando. Cuando me ocurre eso pienso que estoy viviendo un momento de “verdad teatral”. Por eso creo que, en el teatro, la única verdad que importa es lo que le pasa al espectador durante la función y lo que se lleva cuando sale del teatro.

Pregunta: ¿Cuándo supiste que tu vida iba a estar ligada al teatro, como actor o como director?


Ernesto Arias: Yo no sé cómo pero desde muy joven me di cuenta de que para tratar de ser feliz lo primero es dedicarte a algo que te guste mucho, que te apasione; y a mí lo de ser actor siempre me gustó. Empecé hacer teatro con nueve años en la Casa de la Cultura mi pueblo (Lugones, Asturias) con Jesús Pérez-Llana, que es una persona muy importante e influyente mientras viví en Asturias. Con él enseguida me di cuenta de que quería dedicarme a esto del Teatro y muy pronto comencé a decir que de mayor quería ser “actor de teatro”. Lo de dirigir es circunstancial. Yo me considero un actor –que es mi verdadera vocación y de lo que siempre he trabajado- que ha tenido la fortuna de poder dirigir, pero soy actor.

Pregunta: ¿Es el teatro una forma de vida?


Ernesto Arias: Desde luego es mi forma de vida.

Pregunta: ¿Los llamados “dramas de honor” pueden ser en cierta medida, origen de la violencia machista que vivimos actualmente?


Ernesto Arias: No me atrevería a afirmar eso. El teatro es reflejo de la realidad, y los “dramas de honor” reflejaban una sociedad, unos valores. El problema, en tal caso, no son esos dramas, serían en tal caso la realidad que reflejan. Pero creo que la violencia machista es algo demasiado serio, horrible, complejo, bárbaro, como para achacarlo a una sola cosa; y además la violencia machista no sólo se da aquí, es algo de muchos países en muchos en los cuales quizá no tengan esos “dramas de honor”. No me atrevo a opinar sobre el origen de la violencia machista. No sé cuál es. En realidad, supongo que da igual cuál sea el origen, es algo horrible que no debiera existir, se debe acabar y punto.

Sofía Basalo.