sábado, 24 de enero de 2009

... MAGÜI MIRA (Enero 2007)





Magüi Mira inicia un nuevo viaje teatral. Un cuento de invierno triste. Hermoso y triste. Un viaje comprometido con la vida que se traduce en un nuevo concierto de palabras escritas en el siglo XVII, con una actualidad estremecedora, triste y estremecedora. Magüi, nuevamente pretende convencernos de la necesidad de una primavera en la que no sea necesario que un maltratador se arrepienta... porque no exista... en la que no sea necesario que una mujer reviva... porque no la hayan matado... en la que no sea necesario que a una niña perdida la recoja un pastorcillo... porque no haya nadie que la haya abandonado previamente...

Hablamos con Magüi Mira y viajamos a través de ese cuento, a su lado:


PREGUNTA: En un cuento de invierno no sé si descubrimos dos inviernos; el paisaje nevado donde transcurren los hechos y quizá el invierno más frío, el maltrato, la muerte. El invierno emocional de los protagonistas...

MAGÜI MIRA: Hay un invierno, dos inviernos sí... pero también hay una primavera; porque como todos los cuentos tiene una parte terrible que está conectada con la realidad y tiene otra parte que corresponde a un final feliz, o por lo menos un final no feliz, porque yo no he optado por un final feliz, pero sí un final esperanzado. Un final en el que está claro que si queremos con inteligencia y con... que el ser humano, Shakespeare cree en el ser humano, cree que tenemos una vida llena de esperanza por delante, en la que podemos arreglar todas nuestras miserias... y eso es lo maravilloso.

PREGUNTA: Has dicho “si queremos...”, también afirmas que Shakespeare cree en el ser humano... ¿quizá nos falta creer en nosotros mismos, nos falta querer ver esa primavera...?

MAGÜI MIRA: Sí, yo creo que nos falta compromiso... compromiso para tomar un poquito, como él dice en un personaje maravilloso adolescente, tomar las riendas de mi propio destino... O sea, verdaderamente, saber que esta vida es un juego, un viaje con unas cartas, con mucha suerte... pero hay que saberlas jugar y hay que arriesgarse y hay que tomar, como dice él, las riendas de nuestro propio destino...

PREGUNTA: ¿Cómo surgió este proyecto, la idea de dirigir, llevar a escena “Un cuento de invierno”?

MAGÜI MIRA: Son cosas de la vida que te vas tropezando y que te encuentras en, cómo te diría, que te tropiezas con ellas... éste fue un texto que vi , por unos actores en un pueblecito inglés, nunca había pensado en él, pero me conmovió especialmente, ver que Shakespeare ya en el siglo XVII era sensible y decía que la mujer no tiene su lugar, no está donde tiene que estar... y hace un alegato, un homenaje a la inteligencia y a la honestidad de la mujer.

PREGUNTA: ¿Cómo ha sido el proceso de realización y adaptación hasta llevar este cuento a escena?

MAGÜI MIRA: Fíjate, él que bebe en todas sus obras desde “Romeo y Julieta” hasta “Hamlet” de cuentos a veces italianos, contemporáneos, otras de épocas anteriores, ésta es la única vez que titula “Cuento” porque está hablando de una realidad que él transforma en un cuento, porque le quiere dar un final feliz que no existe en la realidad... lo que él plantea es que los maltratadores no se arrepienten, que las niñas abandonadas sí se las comen las fieras, no las recogen pastorcillos y crecen estupendas y que las mujeres asesinadas no vuelven a la vida... eso es lo que él cuenta pero la realidad es lo que te estoy diciendo yo...

PREGUNTA: Has manifestado que contar este “Cuento de invierno” es para ti un ejercicio de limpieza, de comunicación también con los que quieren entender al hombre y hacerle ver el tesoro de su fragilidad oculta... ¿No hemos descubierto ese tesoro, lo escondemos a sabiendas...?


MAGÜI MIRA: Esto tiene que ver con la madurez, pero no sólo individual, sino también social y cultural... efectivamente creo que el hombre a veces tiene posiciones en las que no admite su fragilidad, su cintura, su poder para transgredir, para romper moldes, para avanzar y darse cuenta de que la vida se mueve, que todo cambia y que hay que estar ahí captando y teniendo cintura para conectarse con la realidad de cada día... la vida se mueve y precisamente la muerte es lo que permanece quieto, eso es el thanatos, la inmovilidad... la vida es movimiento todo el tiempo... y en ese sentido lo digo... pienso que entonces quizá no tendríamos esas posturas tan encontradas y como resultado de ese encuentro no se ejercería la violencia machista que ejerce el hombre sobre la mujer...

PREGUNTA: ¿Cómo han sido los ensayos. Lucía Jiménez en un doble papel, también has contado con el actor inglés Will Keen, con una gran experiencia en el teatro de Shakespeare...?

MAGÜI MIRA: Sí... es un lujo... qué mejor para un Shakespeare que tener un actor inglés con acento inglés... y en ese acento van dos cosas: La manera de trabajar y el acento lingüístico que es real pero que por otro lado, bueno, llevamos oyendo a nuestra reina hablar con acento griego o alemán, mejor dicho... toda nuestra vida... quiero decir que eso creo, no tienen mayor trascendencia y por otra parte, qué mejor un Shakespeare con acento inglés... Y Lucía... una actriz joven llena de talento, por supuesto, está aprendiendo, como cualquier actriz joven. Está haciendo un trabajo muy comprometido que va a sorprender... estoy realmente feliz con tenerla a mi lado, por su inteligencia, su frescura y por el oficio que tiene como actriz...

PREGUNTA: Está repitiendo la palabra compromiso... ¿No hay teatro sin, precisamente, compromiso?

MAGÜI MIRA: Para mí, no. La vida es un compromiso. En el momento en que te levantas y decides qué ropa te pones si te la pones de marca o no o qué periódico compras... ya te estás comprometiendo... yo creo que estamos todos dentro de esta sopa y que hagas lo que hagas te estás comprometiendo... lo que pasa es que puede ser consciente o no de ese compromiso y entonces en el momento en el que eres consciente vas en una dirección o en otra... yo creo que la vida es compromiso y, por supuesto, el teatro que para mí no es más que un concierto de vida... pues no lo entiendo sin compromiso... compromiso en la profesión y compromiso en lo que cuentas. Porque yo no cuento cualquier cosa. Cuento lo que quiero contar, lo que me interesa.

PREGUNTA: ¿Cómo has concebido el espacio escénico de un cuento en el que hay música, baile...?


MAGÜI MIRA: Pues mira, es la mejor: Nada. Los actores, vestuario, texto y luz. Ésa es la escenografía...

PREGUNTA: Me parece muy interesante, cuando hablas con compañeros o amigos y te dicen que en tal o cual espectáculo falta escenografía... me parece muy interesante ese “nada” que realmente ha de llenar el actor ¿no?

MAGÜI MIRA: Exactamente. Es un reto, porque mira yo pienso que la vida cotidiana ya la retrata el cine y la retrata muy bien. A mí eso no me interesa. A mí me interesa la esencia, la poética escénica. Por supuesto con la gran verdad de los actores, eso sí, la verdad emocional, la verdad de pensamiento... pero fíjate, nosotros lo único que usamos es una silla y un triciclo en dos horas y media de función... y te aseguro que no hace falta más. Es un reto para mí y para los actores porque lógicamente están mucho más cómodos resolviendo las secuencias con apoyos cotidianos... aquí no los tienen, aquí están ellos solos con su mente, su corazón y el texto. Ésa es la belleza, la gran belleza... porque hay un lenguaje esencial que yo creo que llega mucho más directo al corazón del espectador.

PREGUNTA: Magüi Mira actriz, directora... ¿cómo se afronta una nueva aventura teatral desde esas dos perspectivas?


MAGÜI MIRA: Tengo la suerte de poder sumar, porque yo sé cómo ayudar a los actores, entiendo su proceso, me pongo a su lado, escucho... para mí dirigir es sobre todo convencer... no es imponer. En ese sentido creo que es una gran suerte toda mi experiencia como actriz... el resto lo estoy aprendiendo...

PREGUNTA: ¿Es difícil hoy en día convencer?


MAGÜI MIRA: Sí, sí lo es... sobre todo si verdaderamente estás rodeada de gente como estoy yo con actores inteligentes que tienen sus propias opiniones y que opinan y que a veces ven las cosas desde otro lado y de una manera muy diferente a como las veo yo... efectivamente, a veces es muy difícil... lo que pasa es que para mí un actor que está haciendo cualquier acción en un escenario, por pequeña que sea la acción... si no está convencido de lo que hace para mí no tiene interés... ése es mi reto como directora...

PREGUNTA: Hemos dicho directora, actriz... también, creo que has impartido clases... tienes una extensa trayectoria convenciéndonos delante y detrás del escenario... ¿Cómo de convincente encuentras hoy en día el teatro?

MAGÜI MIRA: Creo que ahora hay poco riesgo empresarial. Creo que falta política cultural, pero yo creo que el teatro está ahí, mantiene su interés su nexo... yo creo que cuanto más se aleje de la industria mejor, porque ésa es la esencia del teatro... la industria es el cine, la televisión... el teatro es artesanía... yo creo que cuanto más lejos se posicione de toda esta industria, más se valorará a sí mismo y creo que es lo que está pasando...

PREGUNTA: ¿Cuál será tu siguiente proyecto o quizá estás inmersa en esta aventura...?


MAGÜI MIRA: Mira, en este momento tengo varias nebulosas... pero no puedo ni pensar, ni decidir porque estoy absolutamente inmersa en este viaje que no acaba porque estrenamos mañana, pasado mañana... y al otro y al otro... seguiremos trabajando porque cada noche es distinta y siempre hay algo que se puede mejorar...

PREGUNTA: Sí, cada noche es un estreno ¿verdad?

MAGÜI MIRA: Sí...

PREGUNTA: Una última pregunta, y nos centramos en el tema de fondo de “Cuento de Invierno” ¿Cuántos inviernos vamos a tener que pasar hasta llegar a una primavera real... hasta llegar a un momento en el que no sigamos contando más mujeres muertas por la violencia machista?

MAGÜI MIRA: Mira... tristemente yo no lo tengo nada claro... me parece que es un tema sobre todo que tiene que ver con la cultura... que tiene que ver con los niños desde que aparecen por el vientre de su mamá, digo de su mamá, porque ya sabemos que la paternidad no existe... ¿comprendes?... a ellos lo único que les hace ilusión es el vídeo del parto... te lo digo en general pero te lo digo en serio ¿eh?... no tienes nada más que ver lo que ha pasado con esta señora que ha parido a los sesenta y siete años... entonces no es moral que los niños tengan una madre de repente de setenta u ochenta años, pero que aparezcan “papuchis” por todas partes... a todo el mundo le parece bien... ¿entiendes?.... a todo el mundo le parece muy bien que los padres puedan tener sesenta, setenta u ochenta años... no importa... pero las madres no... las madres somos amorales si, de repente, parimos cuando ya somos “viejas”... entonces, todo esto tan patético... a mí me parece que ningún niño debe tener padres, digo padres (padre y madre) octogenarios... Entonces, bueno, como tú misma dices... vamos a tener que pasar por muchos inviernos... porque esto tiene que venir desde la cuna... es un tema de cultura... en el que creo que los gobiernos tienen mucho que hacer... y por supuesto, cada uno tenemos nuestras responsabilidades....

Dejamos a Magüi Mira, dejamos los inviernos que nos quedan por atravesar... con un dato muy interesante que ella misma nos ha facilitado. “Cuento de invierno” será el primer espectáculo de texto en castellano que viajará a China... “Cuento de Invierno” viajará a Shangai... Como ella misma nos comentaba, en anteriores y en numerosas ocasiones han viajado espectáculos musicales, de danza... en los que no se requiere texto, en fin... Esto será durante la última semana de abril. Hasta entonces, le quedan por cumplir muchos estrenos... ése es nuestro deseo.

Sofía Basalo.

lunes, 12 de enero de 2009

...JOSÉ MARÍA POU (Enero 2007)





José María Pou es un actor que a lo largo de su carrera ha sabido ganarse el prestigio y el respeto de la crítica y del público. Lleva un año de gira con “La Cabra o ¿Quién es Sylvia?” de Edward Albee, texto que ha lanzado al actor catalán a la aventura de la dirección. Ha conseguido, entre otros, el Premio Nacional de Teatro 2006. Acaba de llegar a Madrid, al Teatro Bellas Artes, para revalidar el favor de un público al que jamás ha defraudado.



PREGUNTA: ¿Quién es Sylvia y qué descubre Martin en sus ojos?

JOSÉ MARÍA POU: No hay que andarse con ambages ni subterfugios, Sylvia es un animal. Sylvia es una cabra. Sylvia es una cabra que es absolutamente inconsciente de la conmoción que ha promovido a su alrededor. Sylvia es una cabra que un día conoce Martin, el protagonista de la obra de teatro en una cuneta, en la carretera, así sin más, se acerca a ella porque nota que la mirada de esa cabra le está llamando la atención, le está reclamando... se acerca a ella y se queda absolutamente fascinado en primer lugar por los ojos de esa cabra y a partir de ahí surge una historia de amor. Una historia de amor que como todas las historias de amor que son reales, auténticas de intercambios de sentimientos y afectos, pues llega un momento en que tienen que materializarse en la relación sexual... y es el objeto de amor y adoración y atracción sexual de Martin, el protagonista... detrás de los ojos de esa cabra... pues nada mejor que las palabras del propio protagonista de la función que en un momento determinado le confiesa a su mujer que en los ojos de esa cabra vio la ingenuidad, la pureza y la inocencia que no ha encontrado nunca en su entorno. No deja de ser una metáfora, un ardid del señor Albee para hablar de la sociedad en la que estamos inmersos, que hay que buscar en los animales, que se supone mucho más puros, más libres que nosotros, esa serie de cualidades que en nosotros han ido, prácticamente, desapareciendo y sustituyéndose por otras muchísimo peores... o de peor calaña ¿no?

PREGUNTA: Sí, ésa era una de las preguntas que le quería hacer... aún no vi la obra pero sí pensaba que quizá algunos de los aspectos que llevan a enamorar a Martin de esa cabra, son esas cualidades que teóricamente nos corresponden como seres humanos y que a lo largo de todo este progreso, esta evolución, hemos ido perdiendo...

JOSÉ MARÍA POU: Exacto... se pueden ver en los ojos de Sylvia o en los ojos de un perro, de un gato o en los ojos de muchos animales mucho más puros y menos contaminados que todos nosotros, por supuesto, que las personas de la sociedad actual... de todas maneras, cuando Martin está diciendo esto para justificar su amor por la cabra, dice también dos cosas; primero que, a pesar de todo, él como hombre racional, consciente e inteligente que es sabe que eso que está practicando es un hecho, de alguna manera, antinatura y condenable, pero que no puede evitarlo... del mismo modo que no puede evitar haberse enamorado de la cabra, porque lo que es el enamoramiento, no el amor pero sí el enamoramiento, es algo absolutamente irracional... y muchas veces, o casi siempre, lo que es el acto del enamoramiento, del flechazo, de la pasión primera, de la atracción, pues es un acto irracional y casi casi me atrevería a decir que casi tan animal como el de los propios animales... muchas veces no hay razones... son imposibles de encontrar... de por qué una persona se enamora locamente de otra en un momento determinado y eso es lo que defiende el arquitecto también; esa capacidad o esa condición totalmente irracional del hecho de enamorarse... y al mismo tiempo, lógicamente, si uno se pone a pensar... al poner en boca del personaje esta definición, de que él encontró en los ojos de la cabra la pureza y la inocencia que no encuentra en su entorno... lo que está diciendo el autor también es, lo que está haciendo es presentar a un protagonista que aunque él cree que hasta ahora vive con una familia feliz, con su mujer y su hijo, en realidad es un hombre que tiene enormes carencias afectivas, que en esa familia se están engañando y que él se ha estado engañando a sí mismo porque lógicamente, esa ingenuidad, esa pureza, esa inocencia tenía que haberlas visto, sino en su mujer, en su hijo y en la gente que lo rodea y lo quiere ¿no? Con lo que si no lo ha visto hasta ahora es porque la gente que lo rodea y lo quiere y forma su núcleo familiar, quizá se están engañando y no son tan felices como creían...

PREGUNTA: También el autor de esta obra ha manifestado que en la misma se abordan los límites de la tolerancia sobre aquello que nos permitimos pensar a nosotros mismos... ¿Podemos salir tras ver esta obra que ya no sólo no somos tolerantes con los demás, con quienes nos rodean, sino que no somos tolerantes, no nos permitimos serlo con nosotros mismos...?

JOSÉ MARÍA POU: Sí por supuesto... pero también, estoy seguro de que se sale de la obra, y sobre todo tras un año de representaciones y más de cien mil espectadores, absolutamente tocado y que nadie puede eludir hacerse precisamente esa pregunta. ¿Cuáles son los límites de mi tolerancia con respecto a mí mismo en primer lugar y con respecto a los otros en segundo lugar? Y también de la obra se sale, no me gusta decir con aprendizaje, habiendo aprendido muchas cosas... pero sí por lo menos con las manos llenas de preguntas y de interrogantes que pueden dar pie a que los próximos días después de ver la función pues uno vuelva recurrentemente a ella y vaya intentando encontrar respuesta a esas preguntas que se ha llevado del teatro y que la función le ha proporcionado... los fundamentales son esos, qué límites me impongo a mí mismo, por qué muchas veces no me dejo ir más allá, por qué cuando hay un instinto que me pide algo soy el primero en cortarlo y coartarlo al mismo tiempo por esas reglas morales y sociales que me imponen, eso en primer lugar... y luego, efectivamente, en cuanto al otro, la función habla de cuáles son los límites de la tolerancia con respecto a las demás personas... ¿somos capaces de tolerar comportamientos que se salen de la norma?... es decir, cuando una persona a la que tú quieres, que forma parte de tu círculo más íntimo, una persona que te importa algo se acerca a ti y te dice que ha cometido una transgresión, que ha ido mucho más allá de lo que las reglas permiten, que se ha salido de la norma, cuál es tu actitud ante eso.... lo rechazas, lo repudias como un apestado o por el contrario intentas comprender sus razones, ponerte en su lugar... y ahí ha salido una palabra que es la que más me gusta... desde luego, la obra trata de la tolerancia y todos hablamos de tolerancia, de intolerancia... pero esa palabra me gusta, pero me parece un poquito peligrosa porque parece que tolerar supone siempre algo así como...

PREGUNTA: estar por encima del otro ¿no?

JOSÉ MARÍA POU: Exacto, estar por encima del otro... tolerar supone algo así como conceder... yo te tolero que... ¿no? Sin embargo comprender me parece mucho más adecuado. Comprender significa ponerse en el lugar del otro y desde ese lugar, dentro de él, con su punto de vista intentar entenderlo ¿no? Y esa es la gran pregunta que ser puede lanzar como resumen de toda la función desde el escenario. Señores hablemos de tolerancia... de la que uno mismo se impone y de la que los demás son capaces de aceptar con respecto a los otros.

PREGUNTA: Yo no sé si llegamos a comprender al otro alguna vez, es una labor difícil y de una generosidad tan grande... ¿usted que cree?

JOSÉ MARÍA POU: Tal y como está la sociedad actual, muchas veces parece que es algo imposible y que estamos ante auténticas barreras de incomprensión... y no hace falta decir que en estos momentos, en este país, cuando se está hablando mucho de diálogo, hay quien está proponiendo continuamente que ni diálogo ni pollas (con perdón) esas son razones absolutamente intolerantes, absolutamente intolerantes... yo creo que hay que ir siempre siempre siempre a buscar los caminos más adecuados, a ceder, a comprender, insisto a tolerar y a ponerse en el lugar del otro. Hay pequeñas intolerancias cotidianas que tenemos que ir superando. España es un país con una historia en la que la intolerancia ha presidido grandes etapas negras... no sé si es algo que va implícito con el carácter, pero al mismo tiempo, y entrando en palabras mayores, sí es verdad que esta es una sociedad, la nuestra, y se está demostrando cada día, también al mismo tiempo que la intolerancia, hay pruebas muy evidentes de una generosidad y de una solidaridad, para con cualquier tipo de causas, enorme ¿no?

PREGUNTA: Supongo que tras un año de representaciones la respuesta es clara, pero en un principio ¿no le asaltó la duda de que el público se quedase, simplemente, con el hecho de que esta obra cuenta la historia de un hombre que se lo hace con una cabra?

JOSÉ MARÍA POU: Hombre... no demasiado, porque yo tengo muy buen concepto del público español... o por lo menos del público que yo conozco, que es el que ha venido viendo mis espectáculos y siguiendo mi carrera ¿no? Sí es verdad que yo tenía unos ciertos temores al hacer esta función... mejor dicho, me los imponían los demás... mira, cuando yo conocí esta función viéndola en Broadway, luego la leí, la conocí más a fondo... yo estaba absolutamente convencido, pocas veces en mi vida he estado tan convencido, de que esta función iba a gustar muchísimo al público... pero muchísimo... pero sí es cierto que tenía que superar esos riesgos de la atracción, de llevar al público al teatro. Yo sabía que una vez que el público estuviera sentado en el sus butacas y viera la función no podría escapar de la enorme inteligencia que tiene... pero había que atraerles al teatro... y en principio entendía y había miedo de que un tema como ése, que en definitiva se reduce a decir que un hombre se enamora de una cabra y folla con ella, produjese cierto rechazo a determinada gente... podría haber gente que pensara que esto era una gilipollez, no me interesa nada, no pienso perder un minuto en ver eso... otra gente podía decir que esto de la zoofilia, las relaciones de los hombres con los animales me da asco y no fuera... había que superar esto... pero sí es cierto que yo tenía la confianza, aunque pueda parecer un poco inmodesto o pedante, pero yo tenía la confianza de que después de muchos años de carrera seria como la que yo he llevado el público confiara en mí, que el público hiciera ese ejercicio de decir vamos a ver, este tema puede no interesarme o parece una tontería, una estupidez, en cualquier caso no forma parte de los temas de mi interés, pero si esa función la hace José María Pou que hasta ahora ha tenido un repertorio muy coherente, nos ha ofrecido siempre funciones de calidad, esta función no puede ser una estupidez, por lo tanto, hago un ejercicio de confianza en José María Pou y acudo a verla. Eso es lo que yo confiaba que sucediera y creo que eso es lo que ha sucedido; al menos, exactamente eso es lo que me han contado algunos de los espectadores que al final de la función tanto en Barcelona, donde se estrenó, como en cualquier ciudad de España donde la hemos hecho y hasta ahora... pues me esperaban al final de la función y me decían exactamente eso, mire usted, este tema a mí no me interesaba nada, y quizá si lo hubiera hecho otro no hubiera ido al teatro, pero pensé si lo hace José María Pou que nunca ha hecho ninguna tontería, pues habrá que confiar en él, y efectivamente, me decían “estoy feliz de haber visto la función”... Y eso, exactamente eso que ha pasado y que algún espectador me ha contado me hace especialmente feliz y me gratifica mucho más que el éxito global de “La Cabra” porque he luchado durante toda mi vida por tener precisamente eso, la confianza de los espectadores, por no defraudarles... yo digo siempre que para mí lo más importante en el teatro es el respeto a los espectadores y considerar a los espectadores enormemente inteligentes y que cuando los espectadores hacen el ejercicio de generosidad enorme y brutal de salir de sus casas, con lo incómodo que es todo esto y pagar taxis y pagar parkings y pagar una entrada para meterse en un teatro y sentarse en una butaca y dejar dos horas de su vida completamente libres para que tú, nosotros los actores, desde el escenario se las llenemos no podemos, ante ese hecho de generosidad y de buena voluntad que hace el público, no podemos consentir que esas dos horas de su vida que nos regalan, les sean inútiles, o sean un desperdicio, por lo tanto, esas dos horas hay que llenarlas con textos inteligentes que les provoquen emoción, reflexión... ése es mi concepto del teatro y a eso he procurado ser siempre muy fiel.

PREGUNTA: Hablando de textos inteligentes, creo que usted tiene predilección por los textos anglosajones...

JOSÉ MARÍA POU: Sí... no sé si es una cuestión genética... no porque no tengo... sí, me gusta mucho mucho el teatro inglés, el teatro americano... porque creo que esa cultura sajona... el teatro inglés sobre todo, casi más que el americano... porque creo que son dos culturas, primero con una enorme tradición teatral, histórica y con un teatro actual muy potente... yo no conozco ningún otro país que tenga un grupo de actores y una vida teatral tan activa, estrenando funciones nuevas todos los días, con autores nuevos, manteniendo los autores de siempre, todos ellos ligados a una temática muy actual, historias muy interesantes... como el teatro inglés, en primer lugar y el teatro americano en segundo lugar. Ningún otro país en Europa... ni Alemania, ni Francia, ni nada... entonces, a la búsqueda de buen teatro, buenos textos, pues desde que yo empecé a interesarme en esto con quince o dieciséis años, pues siempre los intereses me han llevado a Gran Bretaña o a Estados Unidos. A mí me gusta muchísimo el teatro de autor, ya sé que en España se ha pasado por la moda durante muchos años del teatro de director, de que el director puede hacer lo que le dé la gana con los textos y demás, yo defiendo muchísimo el trabajo del director como un creador y pienso que dirigir un espectáculo es coger un texto y contarlo a tu manera, según tu personalidad, la del director... pero, tiene que haber un texto, y creo que sin un texto inteligentísimo y con una enorme calidad y con una historia sorprendente pocos directores harían nada ¿no? Y a partir de ahí lo que me interesa siempre es el teatro de los grandes autores, porque pienso que un texto, por ejemplo, como el de “La Cabra” de Edward Albee que es el gran autor americano del siglo XX... creo que en este momento quedan dos grandísimos monstruos sagrados del teatro vivos, por desgracia los dos ya con ochenta años, que son Edward Albee en América y Harold Pinter en Gran Bretaña... creo que en este momento ellos son los dos grandes autores de teatro... pues cuando tienes en la mano un texto de Edward Albee que ha hecho textos como “¿Quién teme a Virginia Woolf?” que se ha convertido en un clásico, como las tragedias de Sófocles, casi... nunca en la historia del teatro se podrá prescindir de “¿Quién teme a Virginia Woolf?”, que un señor como ése que ha escrito una función tan inteligente y tan sorprendente y tan radical como “La Cabra” no puede haber ningún director que le enmiende la plana... lo que hay que hacer es servir a ese texto y procurar, con las manos muy limpias y con sumo cuidado, simplemente no estropearlo, no dañarlo... por eso el teatro de texto me enloquece y el mejor teatro de texto lo encuentro siempre en la cultura sajona, sí.

PREGUNTA: ¿... Y Dónde colocaría el teatro de texto español, escrito por autores españoles?

JOSÉ MARÍA POU: Ojalá estuviéramos a la altura de lo que te acabo de decir... me llegan muchísimos textos de autores que los dejan en el teatro con intención de que los lea, les dé mi opinión y demás... yo te juro y te aseguro que si hubiera encontrado de un autor español un texto a la altura de los que yo he hecho en los diez últimos años que he hecho textos como “Arte” o “Ángeles en América” o “La Cabra”... yo lo hubiera estrenado encantado, pero debo decir que yo no he leído ninguno que esté a la altura, atención no digo a mi altura, a la altura de ese concepto mío del teatro, de no hacer perder el tiempo a los espectadores y al contrario, sorprenderles y provocarles la reflexión con un texto inteligente... ninguno de los textos que he leído hasta ahora y, atención, que no estuviera en poder de otros, no te digo que no haya habido funciones... por supuesto, si ahora hablamos de autores españoles y autores españoles que a mí puedan interesarme en mi concepto de teatro tengo que dar, automáticamente, el nombre de Juan Mayorga. Juan Mayorga me parece una bendición caída del cielo, me parece que es el mejor autor que ha aparecido en los últimos años en España y cada uno de sus textos los devoro y me parecen estupendos y cada uno mejor que el otro... y creo que en Juan Mayorga está... y me da mucha pena limitarlo a una sola persona, por lo menos de lo que yo conozco, Juan Mayorga creo que puede ser el grandísimo autor a la altura de esos autores ingleses del teatro español, comprometido con los temas de su tiempo, tanto como cuando hizo “Hamelin” como la última, “El Chico de la última fila”... no conozco otras muchas obras de autores españoles que me interesen tanto como las de Mayorga, y te digo que leo muchísimas porque también formo parte del comité de lectura del Centro Dramático Nacional y es mi obligación, leer a todos los autores españoles... algunos hay que están haciendo cosas, pero no están en la cantidad que sería de desear, por desgracia... quizá... creo que hay ciertas razones, quizá una de ellas es porque en España, al contrario de lo que ocurre en Gran Bretaña, por ejemplo, el teatro es una cosa a la que el mundo de la cultura ha dado un poco de lado, el teatro es como una cosa de cuatro chalados, no se nos toma demasiado en serio, ni a los autores ni a nada históricamente... y el mundo de la cultura en general, eso de las palabras con mayúscula, le da mucho más prestigio a un autor literario de novela que a un autor de teatro... entonces yo entiendo que lo que está pasando en España, ésa es una reflexión que yo me he hecho durante mucho tiempo, y que creo que es la base de lo que está ocurriendo, cuando una persona joven decide escribir, sabe que tendrá más prestigio y más reconocimiento y más atención si escribe una novela que si escribe una obra de teatro... eso lo sabe seguro, por tanto lo más normal es que si tiene una historia que le apetece escribir, lo haga en forma de novela que en una obra de teatro... porque primero, publicar una novela es relativamente fácil, se publica muchísimo en España y en último término hasta puede uno pagarse la edición, y está al alcance de muchos bolsillos, en cambio, pagarte la producción de una obra de teatro es muy difícil y para que te estrenen una obra de teatro, hay que llamar a muchas puertas, hay que mandarla a muchos directores, productores que arriesguen dinero... es más complicado... y luego resulta que cuando se estrena, pues eso que llamamos la prensa con interés cultural, tiene mucho más interés y pone su atención en montones de suplementos literarios que todos los periódicos tienen suplementos literarios que ahora se han puesto tan de moda, hablando de novelas que a veces son auténticos bodrios, por el simple hecho de haber sido publicadas... en cambio qué poco espacio destinan al estreno de una obra de teatro de un autor español... entonces, entiendo que al señor que tenga capacidad de escribir en España no le interese escribir teatro y prefiera escribir directamente novela... o guiones para televisión o para el cine... creo que ésa es una de las causas de que en las últimas generaciones haya tan poco autor de teatro.

PREGUNTA: Poca atención de la cultura hacia el teatro, pocas oportunidades, poco autor... ¿corren, pues, malos tiempos para el teatro...?

JOSÉ MARÍA POU: No, no corren malos tiempos... es como eso de la crisis del teatro... no creo en ella... Llevo treinta y siete años en esta profesión. Debuté en 1970 y he oído toda mi vida hablar de crisis y de los malos tiempos... y yo no he parado de trabajar y los espectáculos que yo he hecho y que han hecho compañeros han tenido éxito, los teatros estaban llenos, el público acudía al teatro y las recaudaciones estaban muy bien todos los años... yo no sé por qué estamos todos instalados en ese tópico de la crisis del teatro, de los malos tiempos del teatro... me gustaría que alguien me dijera por qué... si hay teatros llenos y yo acabo de hacer una gira por toda España con “La Cabra” agotando las localidades de todos los teatros y como yo, otros compañeros... El Centro Dramático, aquí está haciendo una temporada estupenda, el espectáculo de Mihura en el María Guerrero, anteriormente el de Pirandello y ahora va a estrenar “Un enemigo del pueblo”... y estoy seguro de que va a estar lleno... nos dejamos arrastrar demasiado, o convencer demasiado. Sé que lo que voy a decir es peligroso y a mucha gente le puede parecer injusto, pero vamos a ver, normalmente habla de los malos tiempos del teatro y de que los espectadores no van al teatro, aquella gente que no llena sus teatros; aquella gente a la que el público no acude a ver y en lugar de preguntarse si el espectáculo que hace no interesa o no consigue atraer al público, se les llena la boca de decir que el público no va al teatro en general, cuando deberían decir que el público no va a ver sus espectáculos simplemente... lo lanzo ahí como motivo de reflexión, no sé en qué pueden consistir esos malos tiempos o esa crisis del teatro... hay teatros que están llenos continuamente y la gente no ha dejado de ir al teatro; cuando en el Festival de Otoño vienen espectáculos maravillosos la gente acude, los llena y se mata por conseguir entradas... ahora cuando estaba “Plataforma” en el Bellas Artes, hasta el último domingo, la gente hacía cola a las seis de la mañana y se mataba en la puerta por conseguir una entrada... resumiendo, si hay crisis de algo, hay crisis de autores por supuesto. Hay crisis de autores porque hay pocos autores en España de teatro y dentro de esos pocos, pues pocos que estén escribiendo un teatro que interese al espectador de hoy, al estilo de lo que están haciendo los autores ingleses o americanos... por ejemplo, un texto como “La Cabra” podía haberlo escrito un autor español... ojalá lo hubiera escrito, yo lo haría corriendo, encantado...

PREGUNTA: En “La Cabra o ¿Quién es Sylvia?” es la primera vez que dirige. ¿Por qué ha tardado tanto y cómo ha afrontado esta doble aventura, la primera en la dirección y asumiendo el papel protagonista y por tanto, dirigiéndose a sí mismo?

JOSÉ MARÍA POU: He tardado... porque yo soy actor por encima de todo y siempre, lo que he querido es ser actor. Hombre de teatro, por supuesto... y aún como actor, me he sentido vinculado siempre y totalmente comprometido con los espectáculos en los que he participado, pero defendiendo siempre mi terreno, sabiendo cuál era mi terreno, mi responsabilidad de actor dentro del espectáculo... y a mí ser actor, simplemente actor me produce toda la felicidad que yo busco por ahí, me gratifica enormemente y me satisface y me siento un creador y un artista siendo nada más que actor... que creo que es ser un artista en grado sumo. Desde hace mucho tiempo, quizá porque soy una persona inquieta, muchos compañeros actores y también directores y productores me han hecho ofertas y me han propuesto esta tarea de dirección, sin que yo haya expresado mi voluntad de querer dirigir... a mí me llegaban ofertas de productores, incluso de teatros públicos para que yo dirigiera... y yo decía, por qué me proponéis cosas para dirigir si yo nunca he dicho que quiero dirigir... y me decían “porque te vemos capaz y preparado para hacerlo.” Y había quien me decía es que tú tienes que dar un paso más y convertirte en director... y mí eso, digamos que casi me ofendía porque automáticamente, eso quería decir que ser director es más importante que ser actor y yo no lo creo. No creo que ser director esté un peldaño más arriba que ser actor. Yo... son treinta años de carrera, he trabajado en más de cuarenta y cinco espectáculos y te podría decir que en algunos en los que he participado, el director era un absoluto ignorante y no tenía ni puñetera idea de lo que estaba haciendo... y los actores hemos tenido que sacar adelante el espectáculo... y eso lo podrían decir otros muchos... no digo que eso sea la tónica general pero alguno ha habido... yo no creo que el hecho de que un señor dirija un espectáculo signifique ser más importante que el actor que lo interpreta ¿no? Y eso me molestaba... con lo que yo me empeñaba en defender el oficio de actor, que me parece un oficio sublime... y en cualquier caso, tenía curiosidad, y pensaba “dirigiré un espectáculo cuando me apetezca” porque creo que dirigir no es más... lo que pasa es que a los directores se les ha dado demasiada parafernalia, pero dirigir no es más que elegir una historia y contarla a tu manera, según tu punto de vista, tu personalidad, convencer a los actores y a todo el personal implicado en el montaje de que esa manera de contar la historia, es la mejor de todas las maneras en que pueda contarse y ya está... contar esa historia y que la oiga el público. En definitiva, haciendo un juego de palabras, eso es lo que hacen todas las abuelas del mundo, desde que el mundo es mundo, con los cuentos infantiles, sin que se las llame directoras... cada noche, estoy convencido, todas las noches, hoy mismo, habrá, pongamos un mínimo de quinientas abuelas en toda España que les estarán contando el cuento de “Caperucita” a sus nietos para que se duerman... esas quinientas abuelas son quinientos directores, porque cada una de ellas introduce en su versión del cuento de Caperucita, un sentido del ritmo especial, algún variante especial... en eso consiste ser director, tener una historia y contarla... tampoco creo que sea tan complicado... yo decía, entonces, que cuando tuviera una historia que me gustara, entonces quizá sí me lanzara... lógicamente, no puedo negar que las buscaba, como leo muchísimo teatro pensaba, a ver si encuentro un texto que me lleve a ello, hasta que conocí "La Cabra" y dije, ésta es la historia, ésta es mi ocasión, éste es el texto que me lleva no sólo a dirigir sino a ir más allá a producir y a traducir la función... si es verdad que traducir no es nuevo, porque ya había estrenado nueve o diez traducciones mías... pero entonces decidí acapararlo todo, producirlo arriesgando mi dinero, porque yo quería que esa función que me parece tan maravillosa llegara directamente al público, precisamente a través mío, sin que hubiese manos ajenas que pudieran estropeármela... y por eso me lancé... luego, cuando pensé en dirigirme a mí mismo, interpretar además al personaje protagonista, no fue por un afán de acaparar oficios o menesteres y ganar más dinero, si no simplemente porque el personaje protagonista me gusta y porque esa experiencia de dirigir y actuar al mismo tiempo la había vivido como testigo privilegiado, trabajando con ellos, con Adolfo Marsillach hasta hace poco en varias ocasiones y también con José María Flotats... y sabía que se podía hacer... y en las épocas en las que yo trabajé con Marsillach y con Flotats aprendí a ver el proceso que seguían y sabía que no sólo se podía hacer, si no que se podía hacer bien... por supuesto, es un trabajo complicado y a veces esquizofrénico... pero bueno, se puede hacer, lo puede hacer cualquier ser humano... y si lo puede hacer cualquier ser humano, lo puedo hacer yo... ése es mi razonamiento ante cualquier cosa siempre... y por otra parte, tradicionalmente, siempre en la historia del teatro los primeros actores han sido los directores. Realmente, la figura de un director ajeno al reparto del espectáculo como punto de vista externo, como creador, es un invento relativamente reciente, como de cincuenta años para acá. En el teatro siempre, incluso cuando yo empezaba, las funciones las dirigían los primeros actores, que además actuaban siempre... no está tan alejada la función del actor y director al mismo tiempo... no debe ser tan extraña...

PREGUNTA: Abordando el tema del actor, del que acaba de decir que es un oficio sublime, ¿Cómo lo ve en la actualidad... no es el que era hace un tiempo, su filosofía es distinta, hay más prisa ahora por, quizá, ser popular...?

JOSÉ MARÍA POU: Claro, ése es el quid de la cuestión... hombre, siendo objetivo creo que los actores, que las personas jóvenes que ahora deciden ser actores, por suerte están muchísimo más preparados de lo que lo estaban aquellos que decidían lo mismo hace cuarenta años... antes los cómicos, de alguna manera, eran una raza de personas mal vistas... tenían una cierta fama... pero difícilmente tenían prestigio social... siempre se les veía como bichos raros... no como “artistas” y quizá también porque había muchas compañías de ésas de la legua... y había mucha gente que se acercaba al teatro con intención... vocacionalmente, pero con pocos medios, haciendo teatro en los pueblos, haciendo oficio... con papeles pequeños, tardando muchos años en conseguir un papel grande... sin pasar, sobre todo, por las escuelas de arte dramático, porque no las había... no había tantas enseñanzas, ni academias, ni escuelas de actores como hay ahora... sí es cierto que aquellas personas que tenían talento despuntaban y se convertían en grandísimos actores como todos los que hemos visto y por suerte con los que tuve el privilegio de conocer cuando comencé en este oficio en los setenta... todavía cogí a los grandes actores que habían comenzado de esa manera... pero desde hace unos años, todo aquel que quiere ser actor, actor serio, me refiero al actor serio, sabe que tiene que prepararse muy bien técnicamente, culturalmente, intelectualmente y de todas las escuelas de arte dramático, la RESAD en Madrid es un ejemplo y el Instituto del Teatro en Barcelona también, salen cada temporada actores preparadísimos a todos los niveles... los he conocido porque coincido con ellos en repartos de teatro o en series de televisión... que me dejan con la boca abierta, e incluso algunos de escuelas privadas... yo soy un defensor enloquecido de las nuevas generaciones de actores, creo que en este aspecto, el oficio de actor ha mejorado muchísimo, ahora bien, dicho esto, hay que separar muy bien entre aquellos que quieren ser actores y aquellos que quieren ser estrellas. Son dos carreras absolutamente distintas que nunca convergen y que no van, ni siquiera, en paralelo, son totalmente divergentes. Si tú quieres ser de verdad actor, sabiendo lo que significa ser actor y tu compromiso con el público a través del cine, del teatro y de la televisión donde vas a desarrollar tu trabajo, pues bueno sabes que tendrás que trabajar duro y que es un oficio que es una carrera de fondo y que hay que prepararse continuamente... si tú quieres ser estrella pues has de elegir otro camino diferente, tienes que saber que cualquiera en una semana puede convertirse en una estrella según su actuación o su proceder en cualquier programa de televisión... y eso hay que tenerlo muy claro, si tienes claro que quieres ser actor puedes conseguir grandes cosas porque en este país, ahora mismo, por suerte, hay muchísima más oferta de la que había antes... ya sé que hay actores que dicen que están en paro y se dice que ésta es una profesión en la que hay un gran sector de paro... pero eso también es relativo, tanto como los malos tiempos o la crisis... éste es un país en el que cualquier persona se puede levantar una mañana y decir soy actor y ya está... y qué significa eso, significa que a continuación en el segundo siguiente de haber tomado la decisión de ser actor ya está engrosando las listas del paro porque no lo contratan... y por qué no lo contratan, porque el único que ha decidido que es actor es él mismo... y eso hay que revalidarlo... tiene que ser el público, los directores, los productores, los que vean si es capaz de ser actor... y por eso las listas del paro de los actores quizá en España son tan voluminosas... ésa es otra pregunta que lanzo... pero bueno, en cualquier caso, el oficio de actor creo que ha mejorado muchísimo con respecto a épocas anteriores porque los actores llegan al oficio con más preparación de lo que llegaban en generaciones anteriores.

PREGUNTA: Antes nos hablaba del respeto que siente por el público, y sinceramente, tengo la impresión de que decir José María Pou es decir calidad, teatro interesante, inteligente... a lo largo de su carrera ha seleccionado muy bien sus trabajos ¿qué le queda por hacer, le ha supuesto alguna que otra renuncia...?

JOSÉ MARÍA POU: Hay montones de personajes y funciones que me gustaría hacer... cada día, en eso soy enormemente impaciente, soy muy apasionado cuando hablo de lo que me gusta, pero soy también soy muy impaciente en muchas cosas... ahora llevo un año haciendo “La Cabra” con mucho éxito cargado de premios... acabo de llegar a Madrid y estoy deseando hacer otras cosas... soy enormemente impaciente porque cada día conozco, por desgracia no españoles, muchos textos... se estrenan funciones en Nueva York, en Londres que voy a ver... me escapo corriendo y las veo... o las leo, porque me envían el texto y digo “Dios mío hay que hacer esta función, quiero hacer este personaje” hay mucho teatro por hacer, quedan muchos títulos importantísimos, muchas historias que contar... quiero seguir contando historias y haciendo personajes que me gustan... sí es verdad que eso que has dicho me enorgullece especialmente, siempre he creído que tengo la confianza del público, que me la he ganado, que he tenido la suerte inmensa de hacer siempre, si analizas mi currículum, textos interesantísimos de autores interesantísimos... pero no ha sido una lotería, no es que me hayan tocado en una tómbola... a veces, poder hacer un texto de Chejov o de Miller... ha significado, como me decías, renuncias... a lo mejor yo hubiera ganado más dinero y hubiera sido más popular, más famoso si hubiera hecho otras cosas que me han ofrecido que también me las han ofrecido y a las que he sabido decir que no cuando todo el mundo me decía “tú eres gilipoyas, si te vas a forrar de dinero haciendo esto...” y yo respondía que me daba igual, que me podía forrar de dinero pero no me gustaban ni me interesaban, ni quería que eso le llegara al público a través de mí... entonces, algún sacrificio también ha costado. Sí es verdad que al cabo del tiempo, uno recoge aquello que ha sembrado, y ahora la gran ventaja que tengo y ahí sí me siento especialmente afortunado, es que desde hace muchos años no me faltan las ofertas, al contrario, se quedan muchas ofertas que no puedo hacer... pero todas, todas las ofertas que recibo son muy buenas; textos fantásticos, espectáculos fantásticos... no me llega ninguna oferta que sea una tontería, porque los productores y empresarios saben que no la haría ¿no? No cuesta mucho elegir, porque todo lo que llega es muy bueno... hubo una época en que sí, que para fabricarse ese prestigio, esa confianza del público hubo que hacer algún que otro sacrificio...

PREGUNTA: Ha sabido elegir, lo afirmaba... pero a ese “saber elegir” también hay que añadir valor ¿no? Hay que ser valiente para optar por la calidad, algunas veces...

JOSÉ MARÍA POU: Sí, desde luego, hay que tener mucho valor... Yo te cuento, hubo una época, cuando estaba haciendo la serie “Policías”, pues como ocurre con todos los actores que salen en una serie de éxito y cuyo personaje es popular... mientras hacía la serie, recibí montones de propuestas, ya no te digo de hacer publicidad y anuncios en la tele que no he hecho nunca ni he querido hacer... sino de hacer funciones para aprovechar la fama inmediata de la televisión... y había empresarios que me pagaban burradas de dinero para que yo saliera continuamente de gira por provincias mientras la serie estaba en antena, haciendo funciones policíacas... para que el público acudiera al reclamo de mi personaje... eso lo hacen otros actores y lo están haciendo... y me parece lícito, allá cada cual... yo no quise hacerlo en su momento y tuve que escuchar muchas voces de mucha gente importante que me decía que era imbécil... pero no era eso lo que quería hacer... y por otra parte como no me ha hecho falta... pues para qué...

PREGUNTA: Como bien dice, ha hecho televisión, cine, teatro... ¿se considera más actor de teatro...?


JOSÉ MARÍA POU: Lo tengo muy claro. Yo me considero actor, sobre todas las cosas, independientemente de los medios y como actor lo que me interesa por encima de todo es un personaje bueno metido en una historia buena y eso es lo único que me moviliza y cuando me llega una historia buena y un personaje bueno que me interesen me da igual que ese personaje se tenga que interpretar encima de un escenario, delante de una cámara de televisión o delante de una cámara de cine, da igual, porque me muevo por personajes y por historias, no por medios. Dicho esto, sí es cierto que en la estructura de este país que tenemos los mejores personajes y las mejores historias me llegan siempre del teatro, por eso hago muchísimo más teatro que cine y televisión... en el mundo de la televisión, en España, en las series y en el mundo del cine, los guiones españoles difícilmente pueden aparecer personajes maravillosos como los que yo he hecho últimamente en el teatro y digo esto, por no decir en los últimos veinte años... cuando de repente aparece en televisión o en cine algún personaje que me ofrecen que yo considero que está a la altura de los personajes que puedo hacer en el teatro entonces sí, dejo el teatro y me lanzo a hacer ese personaje... lo que pasa es que eso ocurre pocas veces... en el mundo del cine, yo diría que... aunque he hecho muchas incursiones en el cine, porque me divierte, aunque sean personajes de colaboración pero concierta enjundia... pero sólo cuando encuentro un personaje como en la película “Amigo, Amado” de Ventura Pons, que me proporcionó montones de premios... vi clarísimamente que ese personaje en el cine, sí merecía la pena para dejar un proyecto de teatro... que es lo que hice en ese momento... lo mismo me ocurrió cuando me llegó el personaje del inspector Ferrer en televisión, me pareció que era un personaje metido en un ambiente al que podía sacar mucho jugo... y eso es lo que me mueve, indistintamente de los medios en los que se desarrollen... Y luego hay otra cosa, el teatro es donde el actor siente más gratificación por su trabajo, porque cuando haces cine o televisión, tu trabajo se queda guardado en una lata o en una cinta magnética y al cabo de un mes del rodaje, el director se sienta en una mesa de montaje y decide qué plano elige o qué plano desecha y a lo mejor aquel plano del que estabas muy satisfecho y que era tu mejor interpretación, al director en aquel momento no le gusta o no lo considera bueno para la película y opta por no ponerlo y tirarlo a la papelera... con lo que tú no eres nunca responsable de tu trabajo en cine o televisión... porque lo que le llega al público es aquello que el director quiere que le llegue, en cambio, esto en el teatro no puede suceder nunca; en cualquier función de teatro, a partir del momento en el que un actor entra en escena, entre él y el público no hay ningún intermediario, todo le llega directo, en consecuencia el actor es responsable de su trabajo y si tiene éxito la satisfacción es aún mayor...

PREGUNTA: Siguiendo su carácter inquieto, aunque le queda mucha vida a “La Cabra”, ¿tiene algún proyecto entre manos?

JOSÉ MARÍA POU: Sí, sí... Tengo cosas firmadas con años de antelación... por hablar de trabajo en concreto, ahora mismo, mientras estoy con las funciones de “La Cabra” desde hace tres meses estoy compaginándolas con el rodaje de una serie de televisión que se llama “Quart” para Antena Tres que es una adaptación de una novela de Arturo Pérez Reverte, “La Piel del Tambor”, ahí interpreto a un religioso, nuncio de Su Santidad en España, un Cardenal y para el mes de abril, más o menos, está previsto que empiece el rodaje de una película, precisamente de nuevo con Ventura Pons, una película que va a ser la adaptación al cine de una obra de teatro que esta última temporada se ha visto en Madrid con mucho éxito que se llamó “Barcelona, mapa de sombras” una maravillosa función, cuya adaptación la dirigirá Ventura Pons y voy a hacer un personaje maravilloso, pero sobre todo lo que me enloquece es el reparto de esa película, ha conseguido reunir a Nuria Espert, Rosa María Sardá, Anna Lizarán... un reparto increíble... eso lo rodaremos a partir de abril y luego, no sé si sabes que al mismo tiempo he aceptado una cosa que me propuso la empresa Focus en Barcelona, que es la dirección de un teatro. Dirijo ya el Teatro Goya de Barcelona que en estos momentos está en proceso de remodelación y que inauguraremos en las próximas navidades y que al ser yo el director de ese teatro, me siento comprometido a dirigir también el primer espectáculo, el espectáculo de inauguración... y la obra que voy a dirigir es una obra de un autor inglés Alan Bennet, que se llama “The History Boys” la traducción al castellano podría ser algo así como “Los alumnos de la clase de historia”... es una obra fantástica que lleva cuatro años representándose por todo el mundo... se ha rodado incluso ya la película y se estrenará en España el próximo mes... y luego, para más adelante tengo también el compromiso, me apetece muchísimo, de hacer un espectáculo sobre la figura de Orson Welles... lo voy a hacer pero eso ya es colocarnos en un espacio de tiempo más dilatado... pasados unos años... dos años concretamente... proyectos no faltan afortunadamente...

Me despido con dificultad de José María Pou... no sé bien si desearle mucho éxito, un año sabático o un cargamento enorme de “red bull”... que dicen “da alas”... Sin duda, “La Cabra” que no había visto al mantener esta charla, es una obra magnífica, inteligente, bien hecha... no hace falta que le desee éxito... ya lo tiene.

Sofía Basalo.

sábado, 10 de enero de 2009

...PEP CRUZ (Febrero 2007)





Pep Cruz posee una larga trayectoria artística. Es una persona inquieta y tremendamente activa. Afirma que le interesa todo del teatro, al que define como una manifestación global de un conjunto amplio de artes. Es un intérprete con una energía arrolladora sobre el escenario, con una fuerza contundente, con una veracidad aplastante. Podría ser más conocido en Madrid, afirma... aunque el precio podría haber sido demasiado alto...
Hemos tenido la oportunidad de “conocerlo” y, claro, no la hemos desaprovechado:


Pregunta: De esta “Antígona” lo que a primera vista nos sorprende es una puesta en escena muy original, muy próxima, en la que el público rodea a los intérpretes... supongo que eso requiere algo más de los actores. Una concentración mayor a la hora de desarrollar vuestra labor...

Pep Cruz: Claro. Ves las caras de la gente, su presencia es viva. Es más, de hecho están incorporados al espectáculo como si fuese un ágora, lugar donde se está produciendo la acción y el público, como Tebanos, participa y se busca su aquiescencia y su aplauso para las decisiones que se toman. Está incorporado, el público, en el espectáculo. En Barcelona, todavía lo era más, pero aquí en Madrid también se produce con mucha intensidad esta sensación. Tienes que entender que para ti no son espectadores. Les buscas los rostros, les buscas los ojos... es la única manera de poder trabajar con esta cercanía sin que te cohiba y sin que sea una cosa que te eche para atrás...

Pregunta: Resulta interesante lo que ha comentado el hecho de “buscar el rostro del espectador, los ojos del espectador...”

Pep Cruz: Sí, porque esto a veces se produce... cuando se produce, que en teatro a veces se produce, cuando se rompe la cuarta pared... pero se les mira como espectadores... en cambio aquí, en los momentos en que se produce, los miramos como interlocutores y como personajes del propio espectáculo. Con lo que la sensación es muy distinta, no estás mirando a un señor que está viendo el espectáculo, sino a un señor al que estás intentando hacer entrar en el espectáculo, que tome partido por Antígona o por Creonte... como si fuese un habitante de la ciudad de Tebas.

Pregunta: Y en la búsqueda de esos ojos, no ya de un espectador sino de un ciudadano de Tebas, ¿cuesta mucho descubrir a ese ciudadano en el espectador?

Pep Cruz: Es curioso lo que se produce, porque en un primer momento, la primera vez que miras a alguien, tienes como una sensación de rechazo, ese miedo que nos da a todos cuando vamos al teatro y pensamos “ a ver si me van a hacer participar... que es horroroso ¿no?... pero cuando ya se ha visto que ha pasado varias veces, en varias intervenciones... el público se da cuenta de cuál es su papel, se da cuenta de que no vamos a hacerle “la putada” de sacarlo al escenario... sino que descubre de que en realidad se halla en un ágora en la que estamos intentando convencerlo de nuestras distintas posiciones, con lo que se siente más cómodo, más tranquilo y más integrado en el espectáculo. Eso lo sé, porque algunas personas me lo han comentado después... Eso, claro, es una manera de participar en el teatro mucho más viva, mucho más metido en la propia escena...

Pregunta: Habla de la participación del público, de su papel activo... y es algo que en esta versión se consigue de lleno... porque cuando hablamos de cualquier tragedia griega, lo que se nos viene a la mente de forma automática es “qué aburrimiento” ¿no?

Pep Cruz: Sí, sobre todo piensas “esto será larguísimo...” (risas) y la nuestra sólo dura una hora y media...

Pregunta: Descubrimos que esta versión es distinta, no ya porque dure una hora y media, sino porque tiene la virtud de engancharnos desde el principio... y quizá lo logra por el texto, pero sobre todo porque es capaz de mostrarnos unos personajes que son verdaderos seres humanos, cercanos, próximos...

Pep Cruz: Sí... cada generación, cada siglo tiene sus propias maneras de enfrentarse al teatro... con lo que hay que buscar modos interpretativos para que la función llegue lo mejor posible al espectador... esto claro, está en función del tiempo que se vive. Ahora, las cosas, la manera de relacionarse entre las personas es mucho más directa... es mucho más natural. Imagino que en otras épocas se declamaba, se gesticulaba mucho, pero no es que aquello estuviese mal y lo de ahora esté bien... sino que aquello se dirigía a otra sociedad, a otro tipo de sociedad... la nuestra, con lo de “tío, tía, qué pasa, cómo estás...” entonces, tiene un lenguaje menos sofisticado, más directo, más sincero... y eso es lo que nos hace verlos y nos hace entenderlos como humanos, porque los sientes más próximos o hacen cosas que tú harías si estuvieses en su lugar, en su circunstancia.

Pregunta: ¿Cómo surgió la oportunidad de encarnar a Creonte y en su extensa trayectoria qué ha aportado este personaje?

Pep Cruz: De entrada, conocer a esta compañía que está trabajando mucho en Barcelona, haciendo espectáculos que ha despertado el interés del público y de la crítica. Oriol Broggi como director y luego todo el equipo de La Perla 29. Se trabaja muy bien, muy cómodo con ellos, porque vas al lugar de ensayos y te encuentras una mesa de cocina, donde siempre hay preparados croissants, pan con tomate... una cosa muy familiar y artesanal que es lo que para mí nunca debería haber abandonado el teatro. Esa cosa artesanal, esa cosa que se hace con pocos medios... ya has visto que este espectáculo no tiene una gran parafernalia escenográfica... y Creonte, es de esos personajes que siempre piensas en la posibilidad de hacerlo porque es muy atractivo... es muy interesante estar en su piel para poder comprender sus razones, el porqué de su forma de actuar... y entender, también, la tragedia que él también está viviendo... ocasionada por su intolerancia y por las leyes... leyes de las que ahora mismo tenemos ejemplos diarios en la prensa... la elasticidad de las leyes, en las distintas posiciones a la hora de interpretarlas... es por eso que es tan moderna la obra, porque siempre estamos en el mismo sitio...

Pregunta: No somos capaces de avanzar... más bien, a veces da la impresión de que si lo hacemos, es para caminar hacia atrás...

Pep Cruz: No, mujer, tampoco vamos a ser tan negativos... lo que pasa es que la vida humana y sobre todo la sociedad, pues siempre tiene esas tensiones y como son las mismas porque vienen del hombre, y el hombre de momento, sí parece que avanza poquito... pues siempre se producen las mismas tensiones sociales...

Pregunta: Hablando de Creonte, quizá su intransigencia, su intolerancia, tal vez... esconde una cierta debilidad...

Pep Cruz: Claro que sí. No es estúpido el personaje. Él se da cuenta de que ha quedado atrapado en su propia trampa. Él quiere a estas niñas, son sus sobrinas... En su pensamiento no ha entrado nunca, no se ha dado la posibilidad de que sean ellas las que desobedezcan sus órdenes. Él jamás lo pensó, quizá no podía pensarlo... y al encontrarse con que es ella quién desobedece su orden queda atrapado... debe aplicar un castigo desmesurado para un acto como éste, enterrar a una persona... un acto casi de dignidad natural sobre el que las leyes humanas no deberían intervenir... ahí está el dilema... no saber sustituir esta situación, por la situación de diálogo... imagínate, se sientan los dos, Creonte y Antígona y dicen “vamos a arreglarlo.... tú dices que lo sientes mucho, es tu hermano... yo también lo siento, pero mira...” Pues no, cuando el diálogo no aparece, sólo puede venir la confrontación y la violencia, que es lo que pasa.

Pregunta: ... Con lo que, en ese duelo entre la intolerancia, la intransigencia y la comprensión. Entre la rigidez y la flexibilidad o el diálogo... podemos decir que vence, por el doloroso final, el diálogo... todo habría sido distinto con el diálogo...

Pep Cruz: Es que fíjate... mira si es presente... y ya Sófocles nos lo decía, hace 2.500 años... donde no hay diálogo y donde hay intolerancia sólo se llega a la confrontación y a la violencia... entonces, ¿Por qué no abrimos los ojos y por qué no escuchamos más y mejor los orígenes de nuestra cultura y le hacemos un poquito de caso...? ¡¡Pues no!! Ya puede haberlo escrito Sófocles o quien sea... que aquí seguiremos empecinados en “mantenella y no enmendalla”

Pregunta: Quizá es que no somos sabios y eso de “enmendalla” es de sabios...

Pep Cruz: Es de sabios sí, y lo que somos es gente que va muy a la suya... es éste un siglo en el que se vive muy a la suya, cada uno, y así pasa lo que pasa...

Pregunta: Nos comentaba que en esta puesta en escena no hay mucha parafernalia... ¿Quizá hoy en día es abusa un poco de esa parafernalia, con lo que el actor y su labor queda en un segundo plano?

Pep Cruz: ¿Sabes qué pasa? Yo creo que siempre se va de un extremo al otro... cuando el teatro no estaba en la mente de los gobernantes, hace treinta años, no había medios y se tenían que sustituir los medios con imaginación. Ahora los medios que son muchos más, ofrecen la posibilidad de que lo que se pueda contar con un cordel y un palo, precise una grúa y una cadena... y eso yo creo, va en contra... porque el teatro es convención, tienes que implicar en la convención al espectador... un espectador que se cree que aquel cordel es una cadena y que aquel palo es una grúa. Esto es el arte del teatro: Implicar al espectador a que juegue contigo y aporte al espectáculo su imaginación... el exceso de medios, cuando voy a ver un espectáculo y veo allí giratorios y tal... me parece... qué te digo, un pastel de fiesta... para mí, la gracia del teatro, para mí, es conseguir contar una historia con el mínimo de material escénico posible... el minimalismo... para mí esto es el milagro del teatro...

Pregunta: Despertar la imaginación...

Pep Cruz: Claro, utilizar las convenciones... que cuando tú puedas hacer un gesto, la gente sepa ya de antemano qué es lo que quieres decir con ese gesto...

Pregunta: Volviendo al público, a esa cercanía, a esa búsqueda de la mirada... ¿ha encontrado alguna diferencia entre el público catalán y el madrileño?

Pep Cruz: En lo básico no. Es que las personas son personas en todos los lados y estos temas son... no hay fronteras ni cultura, te diría... estamos hablando de una hija que quiere enterrar a su hermano... es el desastre del avión de Afganistán... es que estamos dando vueltas a razones que son razones de la raza humana... y lo primero que hizo que el hombre fuese hombre fue decidir enterrar a sus parientes muertos... eso ya lo empezó a distinguir de los animales...

Pregunta: Tiene una extensa carrera profesional. Ha trabajado en cine, televisión, teatro de texto, teatro musical... también ha dirigido... Ha tocado, podemos decir, todos los palos...

Pep Cruz: ... Bueno, todos los palos y ninguno... lo que pasa es que me gusta mucho el teatro como manifestación global. De la misma manera que como actor no estoy encasillado en ningún tipo de género, ni de personajes... he luchado mucho para que no me pasara y más o menos lo he conseguido... pues también me interesa desde traducciones, hasta dirigir, iluminación... estar en todos los lados, porque el teatro es una manifestación global de toda una serie de artes que coinciden ahí... y me interesan todas... mira, ahora me pillas en el hotel, repasando una obra que voy a dirigir cuando terminen las representaciones de “Antígona” en el Teatro de La Abadía. Empezaremos a ensayar en marzo...

Pregunta: ¿Podemos saber qué obra es...?

Pep Cruz: Es una obra, yo tengo una compañía, somos tres... hacemos este teatro minimalista... hemos hecho un espectáculo de poesía erótica que se llama “Perversiones”... y ahora hemos pedido a Joan Lluis Bozzo de Dagoll Dagom que nos escriba una obra, se llama “Cómica vida”... nos la ha escrito, nos ha gustado mucho... ahora empezaremos con los retoques y luego ya ensayaremos...

Pregunta: Dagoll Dagom, formó parte del primer reparto de “Mar y Cielo”... cuando el teatro musical todavía no tenía la popularidad actual y tampoco había un público... casi casi vio nacer el teatro musical en España...

Pep Cruz: No... la verdad es que unos grupos empezaron... aunque a decir verdad, hay una cosa que aquí siempre se ha tenido un poco de lado... y que realmente es el origen de la afición al teatro musical que es la zarzuela y la revista... era una forma de musical que ahora nos damos cuenta... pero es la forma popular que había de teatro musical... Concha Velasco, por ejemplo con “Mamá quiero ser artista”... y todos estos espectáculos estaba ya con el musical... lo que pasa es que el formato de musical ha cambiado... Dagoll Dagom empezó con “La noche de San Juan”... “Mar y Cielo”... con este nuevo formato de musical que ya se estaba haciendo desde mucho tiempo atrás en el extranjero, pero en versión española... no copiar espectáculos que han triunfado fuera, sino producción propia... y eso pues, ahora fíjate, el éxito que tiene el teatro musical, en este nuevo formato...

Pregunta: Quizá estamos acostumbrados a no apreciar lo nuestro...

Pep Cruz: Eso, hija, lo hemos hecho toda la vida... yo creo que nos viene desde que perdimos Cuba... como mínimo... todo lo español era malo, en el extranjero todo lo hacían mejor... y eso no es verdad, claro. Algunas cosas las harán mejor y otras las harán peor... Yo creo que el teatro, precisamente aquí, en España, se hace bastante bien.

Pregunta: Con lo que la evolución, entiendo, ha sido positiva...

Pep Cruz: Bueno, ya lo comentábamos antes... creo que ha pasado de tener pocos medios a tener muchos medios, ha pasado de la existencia de sólo un teatro comercial de tresillo, del que aún quedan dignísimos representantes a un teatro de las ideas, a un teatro comercial pero con intención y ahora el panorama es que el abanico se ha abierto mucho, ahora podemos decir que en la cartelera hay espectáculos para todos los gustos y para todos los públicos... esto es muy importante; el teatro no tiene que ser patrimonio ni de una clase social ni de una ideología política... creo que ahora se ha abierto mucho el abanico y el público puede estar contento porque la oferta en las grandes capitales españolas cada vez es más amplia y más rica.

Pregunta: Nos hablabas antes de esa lucha por el no encasillamiento... ¿le ha resultado ardua, le ha resultado difícil lograr ese no encasillamiento?

Pep Cruz: Sí, sí... me ha representado muchas renuncias... podría ser un actor más conocido por ejemplo, en Madrid... y claro, cuándo te llaman fuera del lugar en el que estás trabajando... cuando te han visto en una cosa que les ha gustado y quieren que hagas otra muy parecida en otro sitio... y claro, cuando dices, no es que esto ya lo he hecho... por lo tanto, no lo repetiré en otra situación y en otra obra... porque entonces ya comienza el encasillamiento... “mira éste hace este personaje y siempre hace el mismo... con lo que ya te han metido en la casilla y no puedes salir de ella...”

Dejamos a Pep Cruz, en su hotel mientras repasa la obra de teatro que comenzará a ensayar con su compañía el próximo mes de marzo. Por el momento seguirá con su aventura clásica. “Antígona” volverá a Barcelona tras su paso por el Teatro Abadía y continuará su gira. Esperamos que sea extensa.

Sofía Basalo.

jueves, 1 de enero de 2009

... PEPE VIYUELA (Diciembre 2005)




No le gusta compatibilizar varias actividades, aunque en este momento lo está haciendo. Se considera, ante todo, un payaso. Colabora con la asociación Payasos Sin Fronteras, pero no se considera generoso, al contrario. En definitiva, es un gran actor que hasta el 29 de enero vivirá en la piel de uno de los muchos hombres que hace setenta años quisieron alcanzar un sueño... Y alguien o algo se interpuso en su camino. Pepe Viyuela es Armengol.

Pregunta: “Armengol” es la historia de un soñador, un idealista que intentó alcanzar un sueño de libertad; algo más para esos jóvenes. Se suele decir que sólo la intención es ya parte, una gran parte del triunfo. ¿Podemos decir, pues, que Armengol consiguió ese sueño. Consiguió dejar parte de ese sueño, la capacidad para soñar en esos jóvenes?

Pepe Viyuela: Yo creo que si hoy en día, setenta años después de que Armengol muriera, estamos hablando de él, es porque, evidentemente, algo hizo muy importante... Y es dejar semillas, y las semillas se dejan, en este caso, en la gente. Con lo que si hoy estamos hablando de él, recordando lo que hizo y qué era lo que se proponía es precisamente por eso. Sin duda, yo creo que ni siquiera la muerte puede con los sueños. Los seres humanos pasamos pero nuestros proyectos, aquello con lo que soñamos, lo que nos mueve, sigue vivo y es lo que mueve, a fin de cuentas, la humanidad.

Pregunta: Cuando a Pepe Viyuela le llega este texto, le proponen encarnar a Armengol, ¿Imaginó que tenía entre las manos a un ser, un personaje de los más bellos, de los más fuertes y de los que más pueden llegar al público, en la actualidad en el teatro?

Pepe Viyuela: Sí, de hecho fue esa la motivación que me hizo hacerlo, porque mi propósito inicial después del verano era dedicarme únicamente al trabajo que estaba desarrollando en televisión, porque no me gusta compaginar dos cosas, porque uno pierde concentración y es muy difícil estar a la altura de las circunstancias; pero el personaje me gustó tanto, la función me pareció tan hermosa, y tan adecuada para el momento que no me pude resistir y ahora que ya ha pasado ese período difícil de los ensayos compaginados con las grabaciones, me alegro muchísimo, porque cada día disfruto más con la función.

Pregunta: Has comentado que es una obra adecuada para el momento... ¿Qué me dirías de aquellos que estiman que es mejor pasar página, dejar las cosas como están y lo pasado, pasado está?

Pepe Viyuela: Es complejo. Yo creo que sí que hay que apartar el rencor de todo lo que pasó en aquellos años, pero la memoria no puede cortar y dejar ahí un espacio o un paréntesis sin explorar, hasta las últimas consecuencias. No se trata de meter el dedo en la herida, revivir fantasmas y recuperar odios, yo creo que se trata, más bien, de todo lo contrario, de no enterrar en falso, ni cerrar en falso una época y una etapa que tanto nos importa y tanto nos toca, pues incluso los que teniendo ya cuarenta años, no hemos vivido ni el franquismo a fondo, ni siquiera vivimos la guerra, , sí que tenemos muy cerca a seres, que sí la han vivido... Y todas nuestras familias y toda nuestra historia vio cómo aquella conmoción alteró, profundamente, sus vidas, hasta arrancársela de cuajo... Yo no creo que sea ni justo ni conveniente olvidar lo que pasó aquellos años, ni a las personas que sufrieron... Creo que conviene tener, permanentemente en cuenta, de dónde venimos, porque, a fin de cuentas, es lo que somos. Si basamos nuestra historia en falso, puede se que un buen día todo se venga abajo o que repitamos errores ya cometidos. Creo que es necesario que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, sepan que aquí hubo una guerra y no sólo eso, sino que sepan todo lo que ha ocurrido a lo largo de nuestra historia porque ésta es nuestro tesoro colectivo ¿verdad? Y perderlo, supone empobrecernos mucho. Y en este caso, cuando se trata de tanto dolor acumulado, de tanto sufrimiento, hay muchas lecciones que aprender, no podemos desaprovechar la ocasión de seguir aprendiendo de aquella contienda, de todas las injusticias que se cometieron, de todas las brutalidades, de dónde fuimos capaces de llegar los españoles, unos contra otros... A mí me parece injusto olvidar, y creo que ahora mismo, y por eso decía ahora mismo, hay una cierta tendencia por sectores determinados de la sociedad, o bien por intentar aparcarlo o bien por intentar justificar aquello... Y es justo también que desde otro lado se conteste, sin odios y sin rencor. Hay que mantener constantemente viva esa memoria, porque además, es en la discusión, en el debate y en el recuerdo donde nos vamos a encontrar... Mientras que en el silencio podemos distanciarnos mucho más.

Preguntar: Estamos ante una obra que no transcurre linealmente. Se mezclan el recuerdo, el pasado, el presente... Todo ello envuelto en un ejercicio emocional complicado y muy bien llevado ¿Cómo ha sido ese proceso, ese viaje en el tiempo y en las emociones?

Pepe Viyuela: Para mí sigue siendo el reto mayor. Encarnar a un ser humano en esas circunstancias tan difíciles y si luego a eso le añades, que la función está yendo adelante y atrás, y pasamos del año 1935 a 1936, en transición de una escena a otra, con lo cual las emociones vividas y las sensaciones de los personajes son bien distintas... De un período de alegría, de apertura, de felicidad, pasamos sin transición a otros de oscuridad, de miedo, de terror... Eso, para un actor es un ejercicio fantástico, arriesgado también, pero muy hermoso. Una vez que ya lo tienes más o menos mecanizado, el peligro puede estar precisamente en eso, en mecanizar y en que cada día la función no tenga la vida que uno quisiera darle. Sería imposible revivir emocionalmente, cada día, algo tan intenso, pero se debe recurrir a la técnica... Aunque el gran riesgo está en no hacer de eso un ejercicio de actor, sino intentar que a través de esas emociones, puestas en plantilla, una vez que ya las tienes más o menos codificadas, hacer llegar al espectador la emoción con la que tú viviste el primer momento en el que la alcanzaste. Es muy hermoso vivirlo cada día y a medida que pasa es cada vez menos difícil, porque ya encuentras los puntos a los que tienes que llegar y técnicamente vas aprendiendo cómo hacerlo, pero el riesgo está en eso mismo... Que la monotonía se instale en una función como ésta, que es todo, menos monótona y aburrida. Tiene unos cambios de marcha impresionantes... Estamos haciendo cabriolas con la emoción y con el sentimiento... Es un lujo, un placer, un privilegio y un orgullo estar representando esta obra.

Pregunta: A parte de la guerra, otra tragedia que encuentra Armengol a su regreso es el abandono de esos amigos en los que creyó. Quien no lo abandona en ningún momento, es Marina. El amor de esta obra. ¿Quizá, por ello, es éste el sueño que con una puesta en escena bellísima y un texto lleno de poesía se nos presenta y se nos refleja expresamente sobre el escenario?

Pepe Viyuela: Yo creo que sí. Miguel Murillo ha puesto de fondo la guerra civil, pero en primer término ha colocado el amor, como la gran esperanza del ser humano para seguir adelante ¿no? En medio de todo ese horror, se producen traiciones, comprensibles, hasta cierto punto, que nos hacen muy humanos, como es el abandono de los que eran tus amigos y siguen siéndolo porque yo creo que cuando uno ver que un amigo le traiciona en unas circunstancias tan terribles, probablemente llegue hasta a entenderlo. Uno no sabe hasta donde puede llegar en su amor y tampoco lo sabe en su traición, o en su capacidad para dar la espalda. Creo que esto también se está contando en la función. Con Marina, Armengol vive lo mejor de su vida... En el fondo, es un canto a eso, al amor también, incluso como sueño y como valor, incluso, aunque no se haya vivido. La gran historia de amor entre Armengol y Marina, empieza precisamente, a partir del momento en el que no se produce; porque uno la coloca en el espacio y en el tiempo de lo que pudo haber sido y no fue, y por tanto es pura potencia... Esas grandes historias de amor nunca vividas, son las que más nos hacen soñar, por lo que pudo ser, precisamente. Es así, como empieza el último acto de la función, hablando de todo aquello que pudo haber sido, es la hora de la nostalgia, en la que uno piensa en lo que pudo ser y nunca fue y es de lo que nos está hablando la obra, también, pero en el fondo yo creo que Miguel Murillo está haciendo una cabriola y nos está hablando de lo que no pudo ser y aún así, está pasando al mismo tiempo... Gracias a que el teatro y a que la memoria funciona podemos recuperar a aquellos seres, aquellas historias, hacerles un homenaje y además, aplicarnos nosotros el cuento y decir: “... Y yo en mi vida, con respecto al amor, a la amistad, al odio qué puedo hacer y qué hago.”

Pregunta: Con este tipo de obras, se recupera el nombre, los sueños de una generación perdida y quizá ¿Es este ejercicio, frente al olvido un modo de convertir en menos relativa la felicidad que perseguía y quería transmitir tu personaje, Armengol?

Pepe Viyuela: Yo creo que la grandeza de Armengol está en no ser un ingenuo y en no pretender cosas grandes, tener sentido común... No conformarse, no me gusta esa palabra... A la hora de elegir los proyectos y saber apreciar lo grande en lo más pequeño... Cuando Armengol habla del rostro de un chico cuando supera un obstáculo deportivo, para él eso es lo más grande que puede haber; superarse a sí mismo... Todo ese tipo de triunfos, aparentemente pequeños son para Armengol los más grandes y los que constituyen la posibilidad de situarse en el plano de Felicidad Relativa que, sin ser quizá un gran proyecto, sí que nos permite vivir con satisfacción. Es un llamamiento a valorar las pequeñas cosas, cotidianas, a esos pequeños proyectos que, normalmente olvidamos, a favor de otros mucho más grandes, pero que muchas veces son inalcanzables y nos hacen desgraciados... Saber valorar esas pequeñas cosas, ese momento con tu novia, ese recuerdo de tu abuelo, ese pequeño libro, ese poema, ese verso... Esas cositas, cada uno desde su sitio, en el caso de Armengol es el deporte, que tienen la posibilidad de darnos la satisfacción más intensa.

Pregunta: Salvando las distancias, tú como socio de Payasos sin fronteras, al conocer la historia de Armengol, ¿te has sentido unido a él, en su aspecto generoso, soñador y transmisor de esperanza?

Pepe Viyuela: ... Desde luego, Armengol sí era generoso... Yo no sé si lo soy. Cuando hago las cosas, en este caso con Payasos sin Fronteras, no me siento generoso, me siento casi egoísta, porque uno cuando hace esas cosas, realmente, encuentra y recibe mucho más de lo que es capaz de dar, sencillamente porque no tiene más... Cuando uno se acerca a un lugar en conflicto, una guerra, y se pone la nariz de payaso, los zapatones y sale a hacer reír... Piensa: “Si yo no hago nada, lo único que sé hacer es esto y es lo único que hago en mi vida, lo que se ha convertido en mi profesión...” Pero lo que esta gente hace, de pronto, es remontar un repecho enorme, que es el del dolor, el del sufrimiento, el de la injusticia vivida y agarrándose a cosas tan pequeñas como ésas, una nariz roja y un tipo que va a hacer allí cuatro payasadas (dicho en el mejor sentido) consiguen darse cuenta por sí mismos de que pueden seguir adelante, de que el dolor que los invade no se ha olvidado, porque hay cosas que son imposibles de olvidar, pero sí que uno tiene recursos, como ser humano, para remontar eso y para decirse a sí mismo: “Si en medio de tanto dolor soy capaz de reír, es porque todavía me queda algo de esperanza dentro, para seguir adelante” y esas lecciones, aplicadas a tu vida diaria, te hacen muchísimo más afortunado, más rico... Uno se siente una persona diferente, después de vivir esas cosas... Por eso no me siento muy generoso, porque me parece que yo no puedo dar tanto como ellos me han dado a mí, y cuando lo hago también creo que lo hago por sentido común, porque con el tiempo uno va aprendiendo que estás en un mundo muy pequeño en el que todos los problemas, aunque aparentemente sean lejanos, te pertenecen, te tocan y darles la espalda no es una cuestión egoísta, sino más bien, estúpida, de torpeza, porque tarde o temprano llegan... Hemos estado dándole mucho tiempo la espalda aún conociendo la situación de África y ahora mismo ya empezamos a sentir el problema como real, porque la gente salta y vienen y sentimos que esto puede estallar y que llegará un día en el que tendremos que poner allí un ejército... Ahora es cuando se empiezan a plantear medidas reales, ahora cuando uno siente el problema como suyo, cuando realmente era nuestro problema desde hace mucho tiempo... Es una cuestión de sentido común y de solidaridad, pero no entendida como acto generoso, es un acto necesario: Repartir, que la injusticia no se instale en nuestras vidas ni en nuestro mundo y eso también lo he aprendido de Payasos sin Fronteras, porque viajas unos cuantos miles de kilómetros, te acercas a Palestina o a Irak, o a cualquier país africano... Y piensas “Hace nada estaba en mi casa y ahora estoy viviendo algo que hasta hace poco conocía sólo a través de la televisión... “ Algo que aparentemente nos acerca a los problemas pero desde otro punto de vista nos los aleja porque nos los hace parecer simplemente como “catódicos”... No son problemas reales, son problemas de otros que están ahí dentro de esa caja y que no nos afectan directamente, pero cuando de pronto aterrizas en ese lugar, bajas, sientes a la gente, les oyes hablar, respirar, reír, llorar y te cuentan su vida... Piensas “Yo podría estar aquí” No es difícil llegar a la conclusión de que este problema también es “mío” y que si no lo atiendo, probablemente no sólo va a ser mío ahora si no multiplicado por diez, dentro de unos años... Creo que esta tarea es de sentido común y deberíamos implicarnos todos y cada uno, desde nuestras distintas actividades... Somos ciudadanos y vecinos, en definitiva y nos necesitamos unos a otros... Si el vecino necesita sal, se la das, pues si otro vecino más lejano te pide ayuda has de dársela, porque si no puede que un día te derribe la puerta... Y con razón.

Pregunta: En tu carrera profesional has abarcado todos los medios, todos los géneros hasta llegar donde estás hoy, compatibilizando cine, televisión, teatro... ¿Cómo ha sido ese camino?

Pepe Viyuela: Muy bonito. Estoy disfrutando mucho con lo que hago. No puedo decir que ha sido duro porque me gusta lo que hago, entonces si tengo que entregar muchas horas al trabajo, y renunciar a estar con la familia o los amigos, pues no tengo derecho a quejarme, porque es una elección libre y porque lo hago porque quiero; tengo esa suerte, también, la de tener una profesión que me gusta y entonces, a veces eso es una trampa, porque le dedicas demasiadas horas... Pero tampoco sufres con ello, con lo que a veces sí me tengo que sentar y decir voy a parar un poco, voy a dedicarme a otras cosas más personales, que no sean sólo profesionales... Pero, yo me siento muy bien, desde que empecé he estado haciendo lo que me gusta, disfrutando con ello, haciendo cosas muy diferentes, que es por lo que elegí esta profesión, para vivir como en un permanente carnaval...

Pregunta: Esteve Ferrer, en el programa de mano, se hace una pregunta. “No sé si estoy soñando demasiado”. Yo te la hago a ti, ¿Se sueña, alguna vez, demasiado?

Pepe Viyuela: Hay que soñar mucho, pero sabiendo que esos sueños han de servirte de aliciente, no de estorbo ni de lastre. Soñar demasiado, puede ser sinónimo de estar teniendo miedo de ser demasiado ingenuo ¿no?... De ilusionarse demasiado con algo que, finalmente no se va a poder lograr y luego es peor. Pero yo creo que es bueno ilusionarse con cosas hermosas, con pensar en un mundo mejor, pensar en hacerse uno a sí mismo, también, una persona más soportable, más amable... Todo eso son sueños, no se llegan a conseguir nunca; uno siempre tiene rasgos de mezquindad, de falta de solidaridad... Es poco cariñoso, es desatento muchas veces... Yo creo que nunca se sueña demasiado. Lo sueños, si son el motor, si no son un lastre, si no nos llegan a frustrar... Si es para desencantarse, sí, mejor no soñar... Si no... Vivan los sueños, desde luego.

Pregunta: Alguien calificó de “cruda” a la realidad... ¿Tras sesenta años, sigue siendo "cruda”. Podremos quitarle ese calificativo alguna vez?

Pepe Viyuela: La realidad siempre ha sido así, cruda. Históricamente... Ojalá hubiéramos tenido la oportunidad de haber estado en distintos sitios y en distintas épocas para ver con nuestros propios ojos, o viajar en el tiempo, para poder visitar períodos pasados... Eso no lo podemos hacer físicamente, está en los libros... Y estos libros muchas veces son mentirosos; pero aún así, si uno lee la historia, ve que siempre ha existido injusticia, que siempre han existido desfavorecidos, que siempre han existido los poderosos que pisan y los que están abajo y sufren esa represión... No creo que haya sido fácil vivir jamás. Una característica de nuestro tiempo puede ser la velocidad, todo va muy deprisa y da mucho vértigo, pero no creo que sea peor vivir hoy que hace mucho tiempo, o no tanto. Las situaciones se repiten, lamentablemente... Por eso, volviendo al principio, es conveniente saber qué ha pasado, para intentar reproducir en la menor medida de lo posible, lo que no nos gusta, lo que ya han vivido nuestros antepasados. Entonces “crudo” va a ser siempre, porque dentro de nosotros existe una semilla perversa, dura que pretende dominar al otro y que pretende explotarlo... Parece ser que eso se repite constantemente y la forma que creo, tenemos para luchar contra ello es, precisamente, la del conocimiento, la de la reflexión y la de la recurrencia a la palabra, a entendernos. Cuando nos olvidamos de esto, es cuando caemos en la brutalidad, en la falta de tolerancia.

Pregunta: Estaréis hasta el 29 de enero en cartel. ¿Habrá gira?

Pepe Viyuela: Está previsto que sí haya, pero aún no lo sabemos con certeza. En principio la función no empezaría a girar hasta la temporada que viene.

Pregunta: ¿...Y tus proyectos se van a centrar hasta entonces en la serie de televisión y Armengol?

Pepe Viyuela: Sí. Me he comprometido con “Armengol” para el próximo año y es la función de teatro que quiero hacer. Está previsto que la serie (Aída) se retome en primavera y hay, también, un proyecto que es la segunda parte de “Mortadelo y Filemón” que sería ubicada con toda probabilidad en el verano. Esos son los proyectos que tengo para el año que viene.

Pregunta: Una última pregunta... Que iría directa a Armengol. Las ocho, es la hora de la melancolía. Las nueve, es la hora del silencio. Las diez, es la hora de la música. Las once, es la hora de la muerte. Las doce es la hora del amor. La una es la hora de la poesía. ¿Qué hora sería ésta, cómo la calificaría?

Pepe Viyuela: ... Sí... Para Armengol todas las horas tienen su nombre... Esa atmósfera que destila cada minuto. Es un hombre que paladea cada segundo, inevitablemente ha tenido que reflexionar mucho acerca de las horas del día, de lo que supone la madrugada, la tarde, la hora de la siesta en Badajoz, que sería distinta en su lugar de origen que, seguramente, sería Barcelona, no lo sé muy bien. Es un hombre que al saborear tanto la vida, no quiere que se le escape ni un segundo sin saborearlo, ha puesto nombre a cada hora...


El arma que tiene el ser humano para no repetir los mismos errores, es saber, conocer, sentir. Éste es el momento adecuado, afirma Pepe Viyuela, y yo también lo creo. Sin ningún afán de revancha, de venganza o rencores... Pero sí con la conciencia de que muchos sueños se quedaron en el camino, de que perdimos la oportunidad de ser mejores y de hacer un mundo nuevo. Hoy, tenemos la oportunidad de ser partícipes del sueño de “Armengol”... Y de demostrar que su sueño sigue vivo.