domingo, 10 de octubre de 2010

... MARIANO ALAMEDA (2006)



“Al Salir de Clase” fue su gran oportunidad para aprender a ser actor y ver cómo funciona este loco mundo por dentro... También le enseñó que la felicidad no se halla tras la siguiente puerta que se abre.
Su primera experiencia teatral fue “El retrato de Dorian Gray”, afirma que ésta es la aventura que más le ha enseñado de sus propios defectos... los personajes son terapéuticos para los actores...
Hablamos de Mariano Alameda. Afirma de sí mismo que cualquier autodefinición está equivocada por principio. Lo que uno piensa de sí mismo es sólo uno pensando. Lo que yo diga de mí –afirma- no tiene que ver conmigo... menos aún tendrá que ver lo que diga yo... con lo que, veamos qué nos cuenta este actor de su segunda, por el momento, aventura teatral: “De repente el último verano”, en la sala Francisco Nieva de la segunda sede del CDN, el Teatro Valle Inclán:


Pregunta: El director de esta obra, ha manifestado que “De repente, el último verano” es un proyecto de muy difícil lectura e interpretación. ¿Ha sido un reto para ti, en un personaje de una apariencia simple, y un significado tan complejo?


Mariano Alameda: Cualquier trabajo es un reto a la vez que un placer, ya que la felicidad y el aprendizaje son hermanos. Cuanto más sencilla suele ser una apariencia, más profundidad esconde.

Pregunta: El doctor Cukrowick, tu personaje (Azúcar en su traducción), busca la verdad en las palabras de Violeta y Catalina... pero, ¿no crees que es al final, cuando lee uno de los poemas de verano de Sebastián, cuando desvela “La Verdad”?

Mariano Alameda: La verdad es lo que es útil, como dice Jodorowski. La verdad cura a los personajes al final, puesto que semejante secreto de familia puede llevar a la locura.

Pregunta: Una de las obsesiones de Violeta es que el último verano, Sebastián no escribiera ningún poema. Catalina no pudo ser su musa... ¿Quizá ese verano la vida y la libertad, antes vedadas por su madre, fueron unas musas demasiado grandes para él?


Mariano Alameda: Hay muchas cosas negativas que una madre puede hacer a su hijo, inconscientemente; una de ellas y de las peores, es no querer soltarlo. Ese verano, Sebastián conoció su sombra.

Pregunta: Catalina en su confesión, nos dice que a medida que pasaba el tiempo el cuaderno azul, en cuya portada, de forma agorera, había dibujado un cuervo, se hacía más grande. En el poema que nos lees al final de la obra descubrimos qué se esconde tras los versos de Sebastián... ¿ Ese cuervo puede ser la imagen de la muerte, de la que trata de huir a través de la poesía... Es quizá ese cuervo la madre sobreprotectora y castrante?


Mariano Alameda: Los símbolos en el arte son libres de interpretación y es cierto que en esta obra –posiblemente la más simbólica de Williams- todos los arquetipos están presentes.

Pregunta: Es una obra llena de símbolos. ¿Es también un símbolo la escenografía. Un jardín, El Jardín al que Sebastián ha dedicado su vida. Un jardín convertido en mármol, con un aspecto frío e impersonal... Tal vez la madre le ha robado la belleza y la vida a ese jardín, que es a un tiempo Sebastián?

Mariano Alameda: Es un sepulcro, una iglesia, un altar de sacrificio, un mausoleo, una tumba... Es todo eso y más.

Pregunta: ¿Es también esta obra, una crítica a una sociedad alimentada por la apariencia, por la hipocresía, que no es capaz de aceptar la realidad, la autenticidad?


Mariano Alameda: Sin ninguna duda. Lo cierto es que la hipocresía nace para huir del sufrimiento y, sin embargo, lo genera, lo multiplica... lo hace infernal.

Pregunta: ¿Cuál es el precio de la Verdad?


Mariano Alameda: El equilibrio entre la maravilla y el horror.

Pregunta: ¿Cómo ha sido el proceso de ensayos; cómo ha sido el camino de acercamiento a tu personaje y por ende, al mundo creado por Tennesse Williams?

Mariano Alameda: Dos meses da tiempo para preparar muy bien la obra. José lo tenía muy claro y después de dos semanas de juegos escénicos para ver a los actores, empezó a montarlo con mucha claridad de ideas.

Pregunta: Hoy en día tenemos una cantera de actores y actrices jóvenes interesante, ¿Es difícil hacerse un huequito? Tú comenzaste en televisión, ¿crees que esa popularidad te ha favorecido, o quizá, en cierta medida y al ser un medio diferente, puede perjudicar?


Mariano Alameda: Todo tiene un lado bueno y un lado malo. La cuestión es no pensar en el fruto de la obra, sino en la obra misma. Lo que los demás piensan de mí, nada tiene que ver conmigo, sólo son ellos pensando.

Pregunta: ¿Qué te aporta más profesionalmente, la televisión ( si no me equivoco tu paso más reciente por este medio fue en “Aquí no hay quién viva”) o el teatro, ésta es tu segunda aventura?

Mariano Alameda: El teatro afina el instrumento artístico y es alimento para el alma. La televisión da poder.

Pregunta: Hoy en día el público es un poquito cómodo, ¿Es ésta una obra difícil?


Mariano Alameda: Sí, pero compensa el esfuerzo. La gente que no va al teatro, en este mundo cibernético multipantalla, se pierde el arte real, en directo, con respiración y sudores reales. No es comparable, en absoluto.

Pregunta: Eres un actor joven. Has tenido la oportunidad de ver que uno de los posibles contras del teatro es el sacrificio, ¿Te está compensando?


Mariano Alameda: Lo que sacrificas, el universo te lo compensa por diez.

Pregunta: “De repente, el último verano” es tu presente, ¿cuál es el futuro artístico de Mariano Alameda?

Mariano Alameda: El pasado y el futuro son subconjuntos del presente. Libérate de ellos y todo estará siempre bien. Mi futuro no lo decido yo. Sólo elijo el camino por el que voy. La paradoja del libre albedrío es que no tienes y sí tiene, simultáneamente, la total responsabilidad de tu vida.

Sofía Basalo.

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