jueves, 1 de enero de 2009

... PEPE VIYUELA (Diciembre 2005)




No le gusta compatibilizar varias actividades, aunque en este momento lo está haciendo. Se considera, ante todo, un payaso. Colabora con la asociación Payasos Sin Fronteras, pero no se considera generoso, al contrario. En definitiva, es un gran actor que hasta el 29 de enero vivirá en la piel de uno de los muchos hombres que hace setenta años quisieron alcanzar un sueño... Y alguien o algo se interpuso en su camino. Pepe Viyuela es Armengol.

Pregunta: “Armengol” es la historia de un soñador, un idealista que intentó alcanzar un sueño de libertad; algo más para esos jóvenes. Se suele decir que sólo la intención es ya parte, una gran parte del triunfo. ¿Podemos decir, pues, que Armengol consiguió ese sueño. Consiguió dejar parte de ese sueño, la capacidad para soñar en esos jóvenes?

Pepe Viyuela: Yo creo que si hoy en día, setenta años después de que Armengol muriera, estamos hablando de él, es porque, evidentemente, algo hizo muy importante... Y es dejar semillas, y las semillas se dejan, en este caso, en la gente. Con lo que si hoy estamos hablando de él, recordando lo que hizo y qué era lo que se proponía es precisamente por eso. Sin duda, yo creo que ni siquiera la muerte puede con los sueños. Los seres humanos pasamos pero nuestros proyectos, aquello con lo que soñamos, lo que nos mueve, sigue vivo y es lo que mueve, a fin de cuentas, la humanidad.

Pregunta: Cuando a Pepe Viyuela le llega este texto, le proponen encarnar a Armengol, ¿Imaginó que tenía entre las manos a un ser, un personaje de los más bellos, de los más fuertes y de los que más pueden llegar al público, en la actualidad en el teatro?

Pepe Viyuela: Sí, de hecho fue esa la motivación que me hizo hacerlo, porque mi propósito inicial después del verano era dedicarme únicamente al trabajo que estaba desarrollando en televisión, porque no me gusta compaginar dos cosas, porque uno pierde concentración y es muy difícil estar a la altura de las circunstancias; pero el personaje me gustó tanto, la función me pareció tan hermosa, y tan adecuada para el momento que no me pude resistir y ahora que ya ha pasado ese período difícil de los ensayos compaginados con las grabaciones, me alegro muchísimo, porque cada día disfruto más con la función.

Pregunta: Has comentado que es una obra adecuada para el momento... ¿Qué me dirías de aquellos que estiman que es mejor pasar página, dejar las cosas como están y lo pasado, pasado está?

Pepe Viyuela: Es complejo. Yo creo que sí que hay que apartar el rencor de todo lo que pasó en aquellos años, pero la memoria no puede cortar y dejar ahí un espacio o un paréntesis sin explorar, hasta las últimas consecuencias. No se trata de meter el dedo en la herida, revivir fantasmas y recuperar odios, yo creo que se trata, más bien, de todo lo contrario, de no enterrar en falso, ni cerrar en falso una época y una etapa que tanto nos importa y tanto nos toca, pues incluso los que teniendo ya cuarenta años, no hemos vivido ni el franquismo a fondo, ni siquiera vivimos la guerra, , sí que tenemos muy cerca a seres, que sí la han vivido... Y todas nuestras familias y toda nuestra historia vio cómo aquella conmoción alteró, profundamente, sus vidas, hasta arrancársela de cuajo... Yo no creo que sea ni justo ni conveniente olvidar lo que pasó aquellos años, ni a las personas que sufrieron... Creo que conviene tener, permanentemente en cuenta, de dónde venimos, porque, a fin de cuentas, es lo que somos. Si basamos nuestra historia en falso, puede se que un buen día todo se venga abajo o que repitamos errores ya cometidos. Creo que es necesario que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, sepan que aquí hubo una guerra y no sólo eso, sino que sepan todo lo que ha ocurrido a lo largo de nuestra historia porque ésta es nuestro tesoro colectivo ¿verdad? Y perderlo, supone empobrecernos mucho. Y en este caso, cuando se trata de tanto dolor acumulado, de tanto sufrimiento, hay muchas lecciones que aprender, no podemos desaprovechar la ocasión de seguir aprendiendo de aquella contienda, de todas las injusticias que se cometieron, de todas las brutalidades, de dónde fuimos capaces de llegar los españoles, unos contra otros... A mí me parece injusto olvidar, y creo que ahora mismo, y por eso decía ahora mismo, hay una cierta tendencia por sectores determinados de la sociedad, o bien por intentar aparcarlo o bien por intentar justificar aquello... Y es justo también que desde otro lado se conteste, sin odios y sin rencor. Hay que mantener constantemente viva esa memoria, porque además, es en la discusión, en el debate y en el recuerdo donde nos vamos a encontrar... Mientras que en el silencio podemos distanciarnos mucho más.

Preguntar: Estamos ante una obra que no transcurre linealmente. Se mezclan el recuerdo, el pasado, el presente... Todo ello envuelto en un ejercicio emocional complicado y muy bien llevado ¿Cómo ha sido ese proceso, ese viaje en el tiempo y en las emociones?

Pepe Viyuela: Para mí sigue siendo el reto mayor. Encarnar a un ser humano en esas circunstancias tan difíciles y si luego a eso le añades, que la función está yendo adelante y atrás, y pasamos del año 1935 a 1936, en transición de una escena a otra, con lo cual las emociones vividas y las sensaciones de los personajes son bien distintas... De un período de alegría, de apertura, de felicidad, pasamos sin transición a otros de oscuridad, de miedo, de terror... Eso, para un actor es un ejercicio fantástico, arriesgado también, pero muy hermoso. Una vez que ya lo tienes más o menos mecanizado, el peligro puede estar precisamente en eso, en mecanizar y en que cada día la función no tenga la vida que uno quisiera darle. Sería imposible revivir emocionalmente, cada día, algo tan intenso, pero se debe recurrir a la técnica... Aunque el gran riesgo está en no hacer de eso un ejercicio de actor, sino intentar que a través de esas emociones, puestas en plantilla, una vez que ya las tienes más o menos codificadas, hacer llegar al espectador la emoción con la que tú viviste el primer momento en el que la alcanzaste. Es muy hermoso vivirlo cada día y a medida que pasa es cada vez menos difícil, porque ya encuentras los puntos a los que tienes que llegar y técnicamente vas aprendiendo cómo hacerlo, pero el riesgo está en eso mismo... Que la monotonía se instale en una función como ésta, que es todo, menos monótona y aburrida. Tiene unos cambios de marcha impresionantes... Estamos haciendo cabriolas con la emoción y con el sentimiento... Es un lujo, un placer, un privilegio y un orgullo estar representando esta obra.

Pregunta: A parte de la guerra, otra tragedia que encuentra Armengol a su regreso es el abandono de esos amigos en los que creyó. Quien no lo abandona en ningún momento, es Marina. El amor de esta obra. ¿Quizá, por ello, es éste el sueño que con una puesta en escena bellísima y un texto lleno de poesía se nos presenta y se nos refleja expresamente sobre el escenario?

Pepe Viyuela: Yo creo que sí. Miguel Murillo ha puesto de fondo la guerra civil, pero en primer término ha colocado el amor, como la gran esperanza del ser humano para seguir adelante ¿no? En medio de todo ese horror, se producen traiciones, comprensibles, hasta cierto punto, que nos hacen muy humanos, como es el abandono de los que eran tus amigos y siguen siéndolo porque yo creo que cuando uno ver que un amigo le traiciona en unas circunstancias tan terribles, probablemente llegue hasta a entenderlo. Uno no sabe hasta donde puede llegar en su amor y tampoco lo sabe en su traición, o en su capacidad para dar la espalda. Creo que esto también se está contando en la función. Con Marina, Armengol vive lo mejor de su vida... En el fondo, es un canto a eso, al amor también, incluso como sueño y como valor, incluso, aunque no se haya vivido. La gran historia de amor entre Armengol y Marina, empieza precisamente, a partir del momento en el que no se produce; porque uno la coloca en el espacio y en el tiempo de lo que pudo haber sido y no fue, y por tanto es pura potencia... Esas grandes historias de amor nunca vividas, son las que más nos hacen soñar, por lo que pudo ser, precisamente. Es así, como empieza el último acto de la función, hablando de todo aquello que pudo haber sido, es la hora de la nostalgia, en la que uno piensa en lo que pudo ser y nunca fue y es de lo que nos está hablando la obra, también, pero en el fondo yo creo que Miguel Murillo está haciendo una cabriola y nos está hablando de lo que no pudo ser y aún así, está pasando al mismo tiempo... Gracias a que el teatro y a que la memoria funciona podemos recuperar a aquellos seres, aquellas historias, hacerles un homenaje y además, aplicarnos nosotros el cuento y decir: “... Y yo en mi vida, con respecto al amor, a la amistad, al odio qué puedo hacer y qué hago.”

Pregunta: Con este tipo de obras, se recupera el nombre, los sueños de una generación perdida y quizá ¿Es este ejercicio, frente al olvido un modo de convertir en menos relativa la felicidad que perseguía y quería transmitir tu personaje, Armengol?

Pepe Viyuela: Yo creo que la grandeza de Armengol está en no ser un ingenuo y en no pretender cosas grandes, tener sentido común... No conformarse, no me gusta esa palabra... A la hora de elegir los proyectos y saber apreciar lo grande en lo más pequeño... Cuando Armengol habla del rostro de un chico cuando supera un obstáculo deportivo, para él eso es lo más grande que puede haber; superarse a sí mismo... Todo ese tipo de triunfos, aparentemente pequeños son para Armengol los más grandes y los que constituyen la posibilidad de situarse en el plano de Felicidad Relativa que, sin ser quizá un gran proyecto, sí que nos permite vivir con satisfacción. Es un llamamiento a valorar las pequeñas cosas, cotidianas, a esos pequeños proyectos que, normalmente olvidamos, a favor de otros mucho más grandes, pero que muchas veces son inalcanzables y nos hacen desgraciados... Saber valorar esas pequeñas cosas, ese momento con tu novia, ese recuerdo de tu abuelo, ese pequeño libro, ese poema, ese verso... Esas cositas, cada uno desde su sitio, en el caso de Armengol es el deporte, que tienen la posibilidad de darnos la satisfacción más intensa.

Pregunta: Salvando las distancias, tú como socio de Payasos sin fronteras, al conocer la historia de Armengol, ¿te has sentido unido a él, en su aspecto generoso, soñador y transmisor de esperanza?

Pepe Viyuela: ... Desde luego, Armengol sí era generoso... Yo no sé si lo soy. Cuando hago las cosas, en este caso con Payasos sin Fronteras, no me siento generoso, me siento casi egoísta, porque uno cuando hace esas cosas, realmente, encuentra y recibe mucho más de lo que es capaz de dar, sencillamente porque no tiene más... Cuando uno se acerca a un lugar en conflicto, una guerra, y se pone la nariz de payaso, los zapatones y sale a hacer reír... Piensa: “Si yo no hago nada, lo único que sé hacer es esto y es lo único que hago en mi vida, lo que se ha convertido en mi profesión...” Pero lo que esta gente hace, de pronto, es remontar un repecho enorme, que es el del dolor, el del sufrimiento, el de la injusticia vivida y agarrándose a cosas tan pequeñas como ésas, una nariz roja y un tipo que va a hacer allí cuatro payasadas (dicho en el mejor sentido) consiguen darse cuenta por sí mismos de que pueden seguir adelante, de que el dolor que los invade no se ha olvidado, porque hay cosas que son imposibles de olvidar, pero sí que uno tiene recursos, como ser humano, para remontar eso y para decirse a sí mismo: “Si en medio de tanto dolor soy capaz de reír, es porque todavía me queda algo de esperanza dentro, para seguir adelante” y esas lecciones, aplicadas a tu vida diaria, te hacen muchísimo más afortunado, más rico... Uno se siente una persona diferente, después de vivir esas cosas... Por eso no me siento muy generoso, porque me parece que yo no puedo dar tanto como ellos me han dado a mí, y cuando lo hago también creo que lo hago por sentido común, porque con el tiempo uno va aprendiendo que estás en un mundo muy pequeño en el que todos los problemas, aunque aparentemente sean lejanos, te pertenecen, te tocan y darles la espalda no es una cuestión egoísta, sino más bien, estúpida, de torpeza, porque tarde o temprano llegan... Hemos estado dándole mucho tiempo la espalda aún conociendo la situación de África y ahora mismo ya empezamos a sentir el problema como real, porque la gente salta y vienen y sentimos que esto puede estallar y que llegará un día en el que tendremos que poner allí un ejército... Ahora es cuando se empiezan a plantear medidas reales, ahora cuando uno siente el problema como suyo, cuando realmente era nuestro problema desde hace mucho tiempo... Es una cuestión de sentido común y de solidaridad, pero no entendida como acto generoso, es un acto necesario: Repartir, que la injusticia no se instale en nuestras vidas ni en nuestro mundo y eso también lo he aprendido de Payasos sin Fronteras, porque viajas unos cuantos miles de kilómetros, te acercas a Palestina o a Irak, o a cualquier país africano... Y piensas “Hace nada estaba en mi casa y ahora estoy viviendo algo que hasta hace poco conocía sólo a través de la televisión... “ Algo que aparentemente nos acerca a los problemas pero desde otro punto de vista nos los aleja porque nos los hace parecer simplemente como “catódicos”... No son problemas reales, son problemas de otros que están ahí dentro de esa caja y que no nos afectan directamente, pero cuando de pronto aterrizas en ese lugar, bajas, sientes a la gente, les oyes hablar, respirar, reír, llorar y te cuentan su vida... Piensas “Yo podría estar aquí” No es difícil llegar a la conclusión de que este problema también es “mío” y que si no lo atiendo, probablemente no sólo va a ser mío ahora si no multiplicado por diez, dentro de unos años... Creo que esta tarea es de sentido común y deberíamos implicarnos todos y cada uno, desde nuestras distintas actividades... Somos ciudadanos y vecinos, en definitiva y nos necesitamos unos a otros... Si el vecino necesita sal, se la das, pues si otro vecino más lejano te pide ayuda has de dársela, porque si no puede que un día te derribe la puerta... Y con razón.

Pregunta: En tu carrera profesional has abarcado todos los medios, todos los géneros hasta llegar donde estás hoy, compatibilizando cine, televisión, teatro... ¿Cómo ha sido ese camino?

Pepe Viyuela: Muy bonito. Estoy disfrutando mucho con lo que hago. No puedo decir que ha sido duro porque me gusta lo que hago, entonces si tengo que entregar muchas horas al trabajo, y renunciar a estar con la familia o los amigos, pues no tengo derecho a quejarme, porque es una elección libre y porque lo hago porque quiero; tengo esa suerte, también, la de tener una profesión que me gusta y entonces, a veces eso es una trampa, porque le dedicas demasiadas horas... Pero tampoco sufres con ello, con lo que a veces sí me tengo que sentar y decir voy a parar un poco, voy a dedicarme a otras cosas más personales, que no sean sólo profesionales... Pero, yo me siento muy bien, desde que empecé he estado haciendo lo que me gusta, disfrutando con ello, haciendo cosas muy diferentes, que es por lo que elegí esta profesión, para vivir como en un permanente carnaval...

Pregunta: Esteve Ferrer, en el programa de mano, se hace una pregunta. “No sé si estoy soñando demasiado”. Yo te la hago a ti, ¿Se sueña, alguna vez, demasiado?

Pepe Viyuela: Hay que soñar mucho, pero sabiendo que esos sueños han de servirte de aliciente, no de estorbo ni de lastre. Soñar demasiado, puede ser sinónimo de estar teniendo miedo de ser demasiado ingenuo ¿no?... De ilusionarse demasiado con algo que, finalmente no se va a poder lograr y luego es peor. Pero yo creo que es bueno ilusionarse con cosas hermosas, con pensar en un mundo mejor, pensar en hacerse uno a sí mismo, también, una persona más soportable, más amable... Todo eso son sueños, no se llegan a conseguir nunca; uno siempre tiene rasgos de mezquindad, de falta de solidaridad... Es poco cariñoso, es desatento muchas veces... Yo creo que nunca se sueña demasiado. Lo sueños, si son el motor, si no son un lastre, si no nos llegan a frustrar... Si es para desencantarse, sí, mejor no soñar... Si no... Vivan los sueños, desde luego.

Pregunta: Alguien calificó de “cruda” a la realidad... ¿Tras sesenta años, sigue siendo "cruda”. Podremos quitarle ese calificativo alguna vez?

Pepe Viyuela: La realidad siempre ha sido así, cruda. Históricamente... Ojalá hubiéramos tenido la oportunidad de haber estado en distintos sitios y en distintas épocas para ver con nuestros propios ojos, o viajar en el tiempo, para poder visitar períodos pasados... Eso no lo podemos hacer físicamente, está en los libros... Y estos libros muchas veces son mentirosos; pero aún así, si uno lee la historia, ve que siempre ha existido injusticia, que siempre han existido desfavorecidos, que siempre han existido los poderosos que pisan y los que están abajo y sufren esa represión... No creo que haya sido fácil vivir jamás. Una característica de nuestro tiempo puede ser la velocidad, todo va muy deprisa y da mucho vértigo, pero no creo que sea peor vivir hoy que hace mucho tiempo, o no tanto. Las situaciones se repiten, lamentablemente... Por eso, volviendo al principio, es conveniente saber qué ha pasado, para intentar reproducir en la menor medida de lo posible, lo que no nos gusta, lo que ya han vivido nuestros antepasados. Entonces “crudo” va a ser siempre, porque dentro de nosotros existe una semilla perversa, dura que pretende dominar al otro y que pretende explotarlo... Parece ser que eso se repite constantemente y la forma que creo, tenemos para luchar contra ello es, precisamente, la del conocimiento, la de la reflexión y la de la recurrencia a la palabra, a entendernos. Cuando nos olvidamos de esto, es cuando caemos en la brutalidad, en la falta de tolerancia.

Pregunta: Estaréis hasta el 29 de enero en cartel. ¿Habrá gira?

Pepe Viyuela: Está previsto que sí haya, pero aún no lo sabemos con certeza. En principio la función no empezaría a girar hasta la temporada que viene.

Pregunta: ¿...Y tus proyectos se van a centrar hasta entonces en la serie de televisión y Armengol?

Pepe Viyuela: Sí. Me he comprometido con “Armengol” para el próximo año y es la función de teatro que quiero hacer. Está previsto que la serie (Aída) se retome en primavera y hay, también, un proyecto que es la segunda parte de “Mortadelo y Filemón” que sería ubicada con toda probabilidad en el verano. Esos son los proyectos que tengo para el año que viene.

Pregunta: Una última pregunta... Que iría directa a Armengol. Las ocho, es la hora de la melancolía. Las nueve, es la hora del silencio. Las diez, es la hora de la música. Las once, es la hora de la muerte. Las doce es la hora del amor. La una es la hora de la poesía. ¿Qué hora sería ésta, cómo la calificaría?

Pepe Viyuela: ... Sí... Para Armengol todas las horas tienen su nombre... Esa atmósfera que destila cada minuto. Es un hombre que paladea cada segundo, inevitablemente ha tenido que reflexionar mucho acerca de las horas del día, de lo que supone la madrugada, la tarde, la hora de la siesta en Badajoz, que sería distinta en su lugar de origen que, seguramente, sería Barcelona, no lo sé muy bien. Es un hombre que al saborear tanto la vida, no quiere que se le escape ni un segundo sin saborearlo, ha puesto nombre a cada hora...


El arma que tiene el ser humano para no repetir los mismos errores, es saber, conocer, sentir. Éste es el momento adecuado, afirma Pepe Viyuela, y yo también lo creo. Sin ningún afán de revancha, de venganza o rencores... Pero sí con la conciencia de que muchos sueños se quedaron en el camino, de que perdimos la oportunidad de ser mejores y de hacer un mundo nuevo. Hoy, tenemos la oportunidad de ser partícipes del sueño de “Armengol”... Y de demostrar que su sueño sigue vivo.

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