domingo, 11 de marzo de 2012

... JUAN ECHANOVE (2006)



Quedo con Juan Echanove, en el Teatro Bellas Artes, a las siete de la tarde. Me gusta llegar pronto, suelo llegar muy pronto, la verdad. Media hora antes, y algo habitual desde la entrada en vigor de la ley antitabaco, comparte “calle” con otra persona mientras fuma un cigarro. Espero, desde mi anonimato, y en unos minutos entro al teatro. Me saluda amablemente. Me disculpo por llegar tan pronto, y mientras concluye una conversación con su agente, me invita a pasar al patio de butacas, o al domicilio del Señor Green, según se mire. Comenzamos la charla y, casualmente, el técnico de sonido comienza su trabajo... Nos lo tomamos a risa, y nuestro interlocutor le pide al compañero que interrumpa su labor durante siete minutos... ¡¡Siete minutos!!... Yo quería más, en fin, a ver si entre pregunta y pregunta... vamos sumando.

Pregunta: Dicen que todo llega en el momento adecuado, pero cuando has visto “Visitando al Señor Green”, irremediablemente, te preguntas: ¿Por qué no lo hizo antes?

Juan Echanove: Porque estuve interpretando... No es casual; yo no soy una persona que, desde pequeño soñó con ser director. Yo soñaba con ser actor. Y ha habido un momento en el que una obra me ha movido más a verla desde aquí abajo, que a verla desde la implicación de ahí arriba. Para mí esto es una cuestión muy personal; seguramente de la necesidad, haré virtud también y entonces, esa necesidad que he sentido de dirigir “Visitando al Señor Green”... Porque así lo necesitaba, como ser humano, y como persona del teatro, me ha puesto al alcance un mundo que es muy grato para mí; me gusta mucho hacerlo. Lo que espero es poder encontrar textos, actores y situaciones como para poder hacer, nuevamente, un trabajo como éste; porque desde luego, para mí ha sido un gran acto de disfrute, sobre todo. Lo único que podría decir de esta función es que la sensación que he tenido durante todo momento, mientras la dirigía es de disfrutar cada minuto del proceso, de los ensayos, de los estrenos, de la recepción del público... me parece emocionante; me parece teatro... Y eso es lo que yo soy; yo soy una persona de teatro; a veces interpreto y otras veces dirigiré... seguramente interpretaré mucho más que dirigiré, también es verdad, porque yo no he dirigido porque esté cansado de interpretar, todo lo contrario. Tengo unas ganas de interpretar que me muero...

Las palabras de Juan Echanove llegan hasta una servidora arropadas en una sonrisa constante, una sonrisa segura, firme, satisfecha y a veces, emocionada.

Pregunta: ¿El poder de la confianza, de la tolerancia abre todas las puertas, incluso las que cierra el miedo?

Juan Echanove: (Se lo piensa)... Sí, y si no fuera así, debería serlo. Quiero creer que sí y quiero trabajar para que sea así. Creo que esto es un compromiso que hay que tomar, de aquí a largo plazo. Creo en el entendimiento como base sobre la cual elaborar, después, la tolerancia... Estos personajes, al final, se toleran el uno al otro, porque se han entendido previamente. El entendimiento es un paso previo, antes de definir si uno quiere las cosas de una manera o de otra, o hasta dónde uno puede tolerar algo, ¿no? Pero, en principio hay que entender, y eso es difícil, porque para entender, a veces, tienes que liberarte de prejuicios... y todos tenemos prejuicios. No sólo es un problema de religión, ni de sexo, ni de raza... vivimos en una sociedad totalmente separada por los poderes económicos y esto crea una cantidad de prejuicios enorme. La edad, también es fuente de prejuicios, el tiempo es fuente de prejuicios, la propia existencia es fuente de prejuicios... En realidad, vivimos entre prejuicios. Para entender hay que quitar de en medio toda clase de prejuicios y a partir de ahí, ya veremos si se toleran o no, determinadas cosas.

Pregunta: ¿Son más las puertas que nos podemos cerrar nosotros mismos, son quizá más, las que nos puede cerrar la sociedad. Son éstas más difíciles de abrir, son quizá más complicadas las que nos cerramos cada uno de nosotros...?

Juan Echanove: Por Igual. Hay veces que la sociedad nos cierra puertas y nos bloquea totalmente y no nos permite nuestra expansión... y hay veces que es el propio individuo; pero la sociedad es un reflejo individual. La sociedad hace lo que nosotros hacemos como individuos y generalmente, además, a nosotros nos ocurren cosas muy similares a las que provocamos en los demás. Es muy posible que esto sea así; para que haya un movimiento social, se necesita que la gente, de forma individual, esté concienciada en algo y tome actitudes. Entonces es cuando uno nota ese movimiento social, ese cambio social. Yo creo que, desde luego, la sociedad tal y como está establecida en estos momentos, se rige por parámetros obsoletos y, creo, que está por venir un nuevo modo social de comportamiento... no sé cuál es, no sé cuánto tiempo tardará, pero creo que vivimos en esquemas caducos, de muchos siglos...

Pregunta: ¿Quizá seamos un poco conformistas para cambiar esos esquemas y prefiramos acoplarnos a ellos...?

Juan Echanove: Sí, el hombre de por sí es conservador. De por sí (afirma) es conservador. No me cabe ninguna duda. Desde muy pequeños, los niños, quieren “lo mío” que, creo, es el embrión del sentimiento conservador. “lo mío”. Y esto, creo, es una cosa que es difícil transformar a lo largo de la vida... pero hemos de aprender que lo importante es “lo nuestro”, no “lo mío”. Lo general, lo social... Eso es lo importante.

Pregunta: ¿Cómo llegó hasta ti el texto de “Visitando al Señor Green” y por qué, cuándo decidiste que necesitábamos lo que se nos dice, lo que se transmite, en esta obra?

Juan Echanove: Me llegó, porque uno de mis socios productores, Focus, Jordi González, me envió esta función para ver qué opinaba sobre ella y cuando vi que era un texto ideal para Juan José Otegui, comencé a asimilar que esta era una obra que yo no podía interpretar, yo no pintaba en ella nada como intérprete, pero la veía, la veía, la sentía... y les pregunté a mis socios si estaban dispuestos a que el director fuera yo y cuando me dijeron que sí, pedí a Pere Ponce para hacer “Ross Gardiner”. Con estos dos ingredientes, Pere y Juan José, añadí, entonces tenemos obra. Y nos pusimos a trabajar, de una manera totalmente normal... De tan normal, tan normal, que a veces me dan ganas de inventarme alguna historia como “Que llegó en una noche, en la que yo estaba pensando...” no, no... Yo me di cuenta, cuando comencé a leer el texto, que era portador de sentimientos para el espectador, portadora de emociones y que para los actores era una plataforma magnífica, para que pudieran desarrollar lo mejor de sí mismos como artistas... Y creo que está ahí, que el éxito de esta función está, sobre todo, en que los intérpretes están implicados en el trabajo, les gusta mucho la historia que están contando entre estas cuatro paredes.

A Juan Echanove también le gusta mucho la historia que se vive en el domicilio del Señor Green. Se le nota; gesticula, le cambia la cara cuando imagina mientras habla, cuando piensa antes de hablar, cuando explica porqué cree lo que cree.

Pregunta: Sí, realmente lo que se percibe al ver la obra es que todo camina al unísono. Los actores están implicados, la escenografía también lo está, la luz, incluso la música. Todo, a medida que la obra transcurre, se va abriendo al espectador...

Juan Echanove: Hemos hecho un trabajo de grupo. Hemos hecho un trabajo en el que todos los departamentos han estado conectados, nadie ha venido aquí a hacer un trabajo de encargo; Ana Garay no ha hecho una escenografía de encargo, ni Gómez Cornejo una luz de encargo, ni hay un vestuario de encargo, ni una música de encargo, ni Bernardo Sánchez Salas ha realizado una dramaturgia final de aproximación al texto, de encargo; directamente, todos nos hemos escuchado, todos hemos tomado decisiones en torno a una mesa y en todo momento, desde la dirección, he querido que lo mejor del trabajo de mi equipo técnico, de la misma manera que lo quería de los actores, pudiera aflorar. Quería lo mejor de cada uno de los integrantes de ese equipo y lo quería en un ambiente que lo favoreciese. Al final, no hay mayor satisfacción para un director que ver que el equipo con el que se ha trabajado puede hacerlo en armonía y que luego se lo reconoce como bueno. Esto es... (Lo piensa) ¡¡La de Dios!! Esto ya es el colmo del placer, ¡¡El colmo del placer!! (reitera con énfasis) Cada vez que leo algo que han escrito sobre la escenografía de Ana, sobre la luz de Juan, sobre la interpretación de Otegui, de Pere, cuando leo algo, me emociona, porque me siento muy implicado.

Pregunta: También da la impresión de que os ha sido muy fácil implicar al público, en un momento en el que parece que se cierran puertas, cuando se siente que se quiere entrar, tal vez, en un terreno complicado, como es el de los sentimientos ¿no?

Juan Echanove: Lo que es grande de esta comedia es que es eso mismo, una comedia. Lo que es grande es que es comedia. Todo este mundo de los prejuicios, los problemas de estos seres, hasta el último momento en el que vemos una verdad más desgarrada, nos pueden hacer sonreír... Porque son buenas personas, en el fondo son buenas personas... Y tienen mucho sentido del humor. El autor, Jeff Baron, es un hombre con un finísimo sentido del humor y esta función está plagada de detalles...

Pregunta: Escribes en el programa de mano: “Le exijo a mi trabajo llegar hasta dentro, aunque duela, si esto conlleva tocar el hueso de la verdad” ¿Ése es el verdadero teatro, el que merece la pena?

Juan Echanove: Yo creo que sí. El teatro es un espejo y cuando pagamos una entrada y nos sentamos aquí, para que nos cuenten algo desde esa caja, es para que nos hagan soñar y, sobre todo, vernos reflejados. Creo que eso ya no lo puede hacer ni la televisión... Uno es abogado y ve una serie de abogados y no se identifica. Un médico, ve una serie de médicos y no se identifica; tiene referencias, pero no se identifica; porque el teatro es muchísimo más directo en ese sentido. La capacidad que tiene un telón de abrirse, y de que en lo que esté ocurriendo uno vea una situación que, o le ha afectado a él o a alguien de su entorno, es maravillosa; ocurre con frecuencia y hay que aprovecharlo. Ése es el teatro vivo. Ése es el teatro que demanda la gente, por encima de otro teatro. Este tipo de teatro sé que conecta con una determinada sensibilidad... al público le gusta conmoverse, sobre todo. Teatro con capacidad de conmover, sí... Y te puedes conmover llorando y a mandíbula batiente... Esta obra va de la risa al llanto, casi sin que te des cuenta...

Pregunta: Desde tu vertiente de productor, ¿Se contempla de forma distinta el hecho de hacer un teatro, como el que nos has descrito hace unos instantes. Desde esa doble perspectiva puedes hacer el teatro que concibes como auténtico. Es rentable, o pueden seguir primando otras cosas?

Juan Echanove: De momento, lo que me ha dado la experiencia es que el teatro puede generar los suficientes beneficios como para emprender la siguiente aventura... Y a mí me gusta. En ningún caso, salvo que tengas muchísima, muchísima, muchísima suerte, un éxito inconmensurable, con el teatro te haces rico. El teatro te permite el siguiente montaje; es decir, el trabajo del Señor Green, permitirá el siguiente montaje, y esto para mí es un orgullo; porque, además, cada vez hay más gente implicada, cada vez tenemos en la cabeza un proyecto más general, nos mantenemos los socios que llevamos trabajando juntos ya, cuatro años, nos mantenemos en un estado de salud societaria maravilloso, y eso vaticina que habrá más proyectos. Creo que en este momento, eso es la riqueza del teatro, pero también hay que estar preparado para perderlo todo.

El escenario aparece ya, listo para la próxima función. El personal de mantenimiento, en silencio, ha ido acondicionando “ese domicilio”. Los minutos van pasando, yo creo que he conseguido que mi interlocutor se olvide de los siete iniciales. Le gusta hablar y a mí me gusta que le guste.


Pregunta: ¿Cuál será esa próxima aventura?

Juan Echanove: Habrá próxima aventura, pero no lo puedo decir. Además, va a tardar, por lo menos dos temporadas; pero no quiero ponerme a dirigir ahora, inmediatamente... tengo que pensar muchas cosas, meditar muchas cosas, tengo que hacer mucha reflexión del Señor Green, tengo que pulir, tengo que prepararme en determinados aspectos que todavía tengo un poquito sueltos, para poder expresarme en mi total plenitud... y eso me va a llevar un tiempecito... Pero habrá, habrá... A estas alturas puedo asegurar que la habrá.

Pregunta: Te está aportando mucho esta experiencia...

Juan Echanove: Sí, sí. Lo único que me queda es a ver cuándo dejo de venir... Porque no puedo, estoy en mi casa y yo tendría que hacer mis cosas, pero a la hora de la función, vengo con los actores, ¡para nada!, para ver la función otra vez... Porque me emociona verlos trabajar, me divierto mucho con ellos.

Pregunta: ¿A qué cerrarías la puerta y a qué la abrirías?

Juan Echanove: ... Cerraría la puerta a la intransigencia, y abriría la puerta a la Música, así de claro.

Pregunta: Al final de la función, cuando “Raquel” llama a la puerta, el Señor Green, afirma que la puerta siempre estuvo abierta... ¿Debemos tener siempre las puertas abiertas a la vida, a lo que puede llegar, a lo bueno de la vida y también a lo malo, porque de ello siempre hay algo que aprender?

Juan Echanove: Yo soy partidario de las puertas abiertas, eso es una cuestión muy personal, pero sí, creo que hay que tener las puertas abiertas. Hay, también, que entender que en esta función quienes estamos detrás de la puerta somos los espectadores, el público. Somos nosotros los que hemos querido entrar durante toda la obra a través de esa puerta; estamos ahí pendientes a que nos digan, lo que nos dice el Señor Green, “Pero, estúpidos si la puerta siempre ha estado abierta” Tuvo que llegar Ross Gardiner para ver que siempre cuesta un poco de fricción y de dolor entrar en el territorio del otro, pero al final, la puerta que está sonando, somos Raquel y el público.

Pregunta: Y Quizá, entrando en el territorio del otro, también comenzamos a explorar nuestro propio territorio...

Juan Echanove: Sin duda alguna, siempre hay que ponerse en el lugar del otro. Esto es muy antiguo, lo que pasa es que se nos olvida cómo deberíamos tratarnos los unos a los otros, y creo que la velocidad a la que nos vemos sometidos, en el mundo en que vivimos, nos hace pasar por encima de la gente. Pero la gente es gente, y hay que quererla, ante todo.

Juan Echanove es un gran conversador, sin duda. Cuando concluimos la charla, acaba de llegar Pere Ponce, dispuesto a meterse en la piel del joven ejecutivo, Ross Gardiner. El debutante director nos dedica, una sonrisa final, nos da las gracias. Sale rápido del patio de butacas. Otro compañero lo espera. Nuevas preguntas que responder... ¡Conseguimos estar con él, más de siete minutos!.. el técnico comienza, nuevamente a trabajar, esta vez sin interrupciones.

Sofía Basalo.

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