viernes, 30 de julio de 2010
... DAVID DESOLA (Octubre 2009)
Uno de los muchos atractivos que nos depara año a año El Festival Internacional Madrid Sur, es el estreno de nuevas obras de teatro. La apuesta por textos comprometidos con la actualidad y con las circunstancias que nos rodean. Este año, uno de los acontecimientos más importantes de este certamen ha sido el estreno oficial del Premio Lope de Vega 2007 La charca inútil de David Desola. La compañía teatral que lo ha puesto en pie ha sido Kproducciones; compañía del magnífico actor Adolfo Fernández. El estreno tenía lugar en el Teatro Auditorio Federico García Lorca de Getafe, su autor ha afirmado que éste ha sido quizá uno de los pocos estrenos en los que no ha sufrido, hemos podido hablar con él:
Pregunta: Comentas que los personajes de esta obra dan la espalda a la realidad porque la realidad les ha dado la espalda a ellos, si es que la realidad existe… ¿Acaso la realidad no existe?
David Desola: Yo creo que hay tantas realidades como individuos y, aún teniendo cada uno nuestra realidad propia, intentamos evadirnos de ella en cuanto podemos, ya sea leyendo un libro, viendo una película, jugando a un videojuego, con la telebasura, con los fanatismos futbolísticos, religiosos, ideológicos, etc. Todos tenemos nuestros mecanismos de evasión de lo que creemos que es la realidad, aunque no creo que haya una realidad absoluta. Sólo hay que ver lo distintas que son las noticias dependiendo de que las leas en un periódico u otro.
Pregunta: Uno de los personajes afirma que somos una sociedad enferma y perversa. Tú aseveras que dice la verdad. ¿Tenemos posibilidad de redención. Podemos salvarnos. De dónde viene esa grave enfermedad?
David Desola: El ser humano siempre se ha sentido atraído por el dolor ajeno. Antiguamente, en las ejecuciones públicas, lo hacía sin ningún pudor. Hoy en día nos parapetamos tras la pantalla de nuestro televisor como si eso nos salvaguardara de ser partícipes del espectáculo. Las cadenas compiten entre ellas por sacar la historia más truculenta y sórdida, y siempre vence en audiencia la que consigue escarbar en la herida más sangrante y más infectada. La única posibilidad de redención es que el público se rebele, y ahora mismo no creo que esté por la labor. Esta enfermedad ha existido siempre, pero las nuevas tecnologías la propagan infinitamente.
Pregunta: Con “La Charca Inútil” obtuviste un nuevo premio. El Lope de Vega de 2007. En tu carrera hay numerosos galardones ¿Qué significan estos. Suponen quizá un estreno seguro. El prestigio sí lo otorgan, pero hoy en día sirve de algo ese prestigio?
David Desola: Los premios son un apoyo, más simbólico que material, y en ningún caso significan un estreno seguro. A veces ni siquiera una lectura dramatizada o la publicación de la obra viene asegurada con el premio. Respecto al Lope de Vega, vi hace poco en DVD una entrevista que le hicieron a Antonio Buero Vallejo en el programa “A fondo”, en el año 76, y en ella aseguraba que hubo un antes y un después en su carrera a raíz de éste premio. Yo no he notado ese punto de inflexión para nada después de ganarlo, claro que, ni soy Buero, ni mi “antes” es tan hostil como lo fue el suyo. De todos modos, puedo sentirme afortunado al estrenar mis obras y que sean llevadas a escena con equipos tan buenos, a nivel artístico y técnico, como lo han sido hasta la fecha.
Pregunta: “El estreno de “La charca inútil” ha sido especial porque es el único en el que no he sufrido” ¿Por qué?
David Desola: Supongo que en mis otros estrenos intentaba, por encima de todo, hacer reír. Sufría en el estreno porque me daba cuenta de que el público ríe cuando se supone que no tiene que reír y mantiene un silencio sepulcral cuando los que hacemos la función pensamos que reirá. Con La charca inútil no esperaba que la gente se arrancara a reír, porque es un drama, y aunque hay momentos de ironía o humor, uno no espera que nadie se carcajee en una historia tan dura. Me relajé y me puse a contemplar la obra como si fuera un espectador más, y disfruté mucho viendo el trabajo de los actores. Normalmente, durante los estrenos, me fijo más en la reacción del público que en la puesta en escena, y por eso sufro.
Pregunta: También has manifestado que éste es un trabajo de equipo, y es cierto, es asombrosa la música cómo arropa el ambiente, las emociones de la madre, del profesor, las clases con “el niño”, la iluminación… ¿Has asistido a los ensayos, al período de creación. Cómo ha sido?
David Desola: Estuve en las primeras lecturas, luego tuve una reunión muy positiva con Roberto Cerdá, donde desgranamos juntos todo el texto y, finalmente asistí en Agosto a uno de los ensayos, pero no pedí estar en más porque salí de allí con la certeza de que dejaba el texto en buenas manos. Roberto ha sido muy respetuoso con la función y creo que ha hecho un gran trabajo. Cuando hay un consenso previo, creo que el autor ha de estar disponible, pero no metiendo las narices a cada momento en los ensayos.
Pregunta: Al final de esta función la puerta del armario se abre. Quizá avisándonos de la realidad de las creencias del personaje de la madre, o de la realidad de aquello que creemos o intuimos… ¿es así?
David Desola: No lo sé. Supongo que quise cerrar la función con el niño y mantener la duda sobre quiénes son los locos y quienes los cuerdos en la historia. Hay muchas cosas en esta función que las escribí por instinto, sin tener una respuesta lógica a todo lo que dicen o hacen los personajes, simplemente me dejaba llevar por ellos. Y esa puerta que se abre sola creo que invita a adentrarse en el universo de Irene, por donde Oscar deambula toda la función. Puede considerarse un final abierto, un guiño al universo de Irene donde se confunden realidad y ficción, o simplemente una puerta que no cierra bien. Las hay en todas las casas.
Pregunta: En más de una ocasión has dicho que intentas escribir comedias y te salen dramas. En “La charca inútil” intentaste escribir un drama y te salió un drama al cuadrado. ¿Por qué no “te salen” las comedias?
David Desola: Me gusta la delgada línea que separa lo trágico de lo cómico y es difícil mantener un equilibrio entre los dos polos. Intento que la gente pase un buen rato, se ría, pero salga del teatro con la convicción de que ha asistido a algo muy serio. Yo creo que más que tragicomedias he escrito comitragédias, porque siempre he intentado anteponer lo cómico a lo dramático en mis obras. En La charca inútil la historia no ofrece posibilidad a lo cómico, porque es terrible, pero aún así intenté que el espectador respirase en determinados momentos y pudiera por lo menos sonreír.
Pregunta: Esta obra trata sobre la locura, no como patología sino como vía de escape. ¿Podemos decir que en cierta forma todos tenemos algo de locos. Que quizá la frontera entre la cordura y la locura es difusa, tanto, que casi no existe?
David Desola: Muy difusa y, en algunos casos, necesaria. En esta función el personaje de Irene escoge la locura como autodefensa. Es una forma de supervivencia ante una realidad demasiado insoportable. Lo ha entendido muy bien Roberto cuando asegura que esta obra habla, sobretodo, de la búsqueda de la felicidad, que pasa muchas veces por cierto grado de locura.
Pregunta: En la obra se dice que un profesor sin alumnos es una charca inútil. Un lago sin patos es una charca inútil… ¿Cuántas charcas inútiles existen en esta sociedad. La sociedad crea, origina una charca inútil?
David Desola: Nuestra sociedad está repleta de charcas inútiles, y en muchos casos apestan. El Congreso de Diputados es muchas veces una charca inútil, donde se enfangan hasta el cuello unos y otros, las religiones para mí siempre han sido una charca inútil, o los ejércitos armados hasta los dientes en misiones de paz, o los nacionalismos –vengan de donde vengan-, etc. Para un republicano convencido como soy yo, el mejor ejemplo de charca inútil que puede haber es una monarquía dentro de un estado democrático.
Pregunta: Estamos viendo que esta temporada está repleta de reposiciones; con lo que podemos decir que la crisis también afecta al teatro, ¿cómo la percibes tú?
David Desola: Afortunadamente tengo dos obras estrenadas en la actualidad, pero se está notando cierta dificultad en la distribución, supongo que porque casi todos los teatros de provincias son municipales, y los municipios dan prioridad a otros asuntos. Yo vivo eternamente en crisis, así que no puede decirse que lo note especialmente. La de los noventa me la comí con patatas de un empleo basura a otro, trabajando para empresas de trabajo temporal. Esta también me la como, intentando estrenar mis obras y que tengan una proyección digna, y mi suerte es contar con productores valientes, que lo consiguen a pesar de la situación actual.
Pregunta: ¿Es complicado compaginar la calidad y el éxito. La calidad y el mediatismo?
David Desola: El éxito es relativo, y la calidad también pienso que es relativa. Yo no espero que mis textos les gusten a todo el mundo, pero sí me interesa que no vayan sólo dirigidos a un público elitista e intelectual, entre otras cosas porque yo no soy un intelectual y mis historias se nutren del mundo que me rodea, de lo más cercano o, incluso, como es el caso de La charca, de una noticia vista en un telediario tremendista. Claro que uno espera llegar al máximo de gente posible, pero conseguirlo o no siempre es un misterio que no sabe de fórmulas preconcebidas.
Pregunta: Volviendo a la “locura intencionada” de los personajes de esta obra… ¿Una pizca de locura es imprescindible para seguir caminando en esta sociedad?
David Desola: Más que una pizca, una buena dosis de locura. Yo creo en la fórmula quijotesca de vivir loco y morir cuerdo. Si la realidad no te ofrece lo que necesitas, adáptala a tus exigencias.
Pregunta: Una curiosidad para concluir, ¿Cómo aparece en tu vida el teatro y concretamente la escritura?
David Desola: Eso también tiene más de un punto de locura, porque lo mío era el cine y no tenía ni la más mínima idea de teatro cuando me presenté al premio Marqués de Bradomín en el 99. Creo que el estreno de mi obra Baldosas fue la tercera vez que pisaba un teatro en toda mi vida. Me enamoró la escena porque descubrí en ella una libertad que no te permite el celuloide, y a partir de entonces me he empapado de teatro, pero a veces sigo sintiéndome un intruso en éste mundillo, a pesar de haber ganado algunos premios y haber estrenado ya unas cuantas funciones. A mí me interesa contar una historia y, como no me gustan las historias que requieran un gran alarde de medios y multitud de personajes, creo que el teatro me ofrece la cancha en la que me siento más cómodo. No renuncio al cine –que también está en crisis- pero el teatro me ha tratado mucho mejor hasta la fecha, y lo agradezco.
Sofía Basalo.
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